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Lluvias extrañas

De los cielos han llegado a caer los más variados objetos y animales, pero casi todos tienen un origen común: la formación de fuertes tormentas con fenómenos tornádicos asociados

Gotas de lluvia cayendo en un charco, en Madrid.
Gotas de lluvia cayendo en un charco, en Madrid. Samuel Sánchez

A lo largo de la historia existen infinidad de testimonios y documentos sobre las lluvias más extrañas que se puedan imaginar y, lógicamente, no tuvieron explicación científica durante mucho tiempo. De los cielos han llegado a caer los más variados objetos y animales, pero casi todos tienen un origen común: la formación de fuertes tormentas con fenómenos tornádicos asociados, o también trombas marinas capaces de succionar todo lo que encuentran a su paso. Si por el lugar que pasan encuentran pequeños animales, anfibios, insectos, etcétera serán transportados hasta la misma nube y arrojados varios kilómetros más allá del lugar de origen cayendo bruscamente en masa y de manera sorprendente para la gente que se encuentre con ellos. A estas lluvias de animales se les atribuyeron poderes divinos.

Algunas de las más extrañas son la lluvia de ranas en Frías de Albarracín (Teruel, 1988); de codornices en Valencia (1880); de ratones amarillos en Bergen (Noruega, 1578); de serpientes en Memphis (1877); de peces en Korona (Grecia, 2002) o de cangrejos en Nueva Gales del Sur (Australia, 1978). También llovieron latas el 4 de julio de 1995 en Keokuk (Iowa, EE UU), succionadas de una fábrica situada a centenares de kilómetros de distancia, y medusas en Bath (Inglaterra, 1894). Por último, existen las llamadas lluvias de sangre. Estas son más habituales, ya que en situaciones de fuertes vientos sobre los desiertos, arrastran hasta las nubes arena y polvo que se mezclan con las precipitaciones adquiriendo este color rojizo. Eso sí, en la próxima lluvia que se encuentre, esté atento, puede venir con sorpresa…

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