Vidas en la frontera sur
Esta entrada ha sido escrita por Miguel González (Servicio Jesuita a Migrantes) y Cristina Manzanedo (Pueblos Unidos). El SJM presentó la semana pasada su informeVidas en la Frontera Sur: Migrantes forzosos y refugiados en Marruecos y acceso a territorio español.
Valla de Melilla. Foto: El País.
Al otro lado de la frontera: Marruecos
Nador cuenta en sus alrededores con una docena de asentamientos de personas subsaharianas que han atravesado África para llegar a Marruecos y desde allí, intentar llegar a Europa. Esperan la oportunidad para saltar la valla, cruzar a nado o tomar una zodiac que les lleve hasta la costa española. Los asentamientos más conocidos son los del monte Gurugú, en donde las condiciones de vida son más precarias. Allí está la gente que ha gastado ya todos sus recursos económicos en el viaje, un trayecto que puede durar varios años, en función de la necesidad que las personas tengan de ir parando para trabajar y conseguir recursos con los que pagar a quienes les acompañan o muestran el camino -a través, por ejemplo, del desierto-. Los asentamientos del Gurugú están organizados en función de las nacionalidades y el nivel de ansiedad que vive la gente es muy alto, debido al hostigamiento por parte de las fuerzas de seguridad marroquíes, que entran en los asentamientos, los desmantelan, les queman las mantas, sus pertenencias y les apalean.Eso genera una situación de mucha tensión, también lesiones y enfermedades. La Delegación Diocesana de Migraciones en Nador realiza un encomiable trabajo de acompañamiento socio-sanitario a estas personas.
España tiene “subcontratada” la protección de la frontera con Marruecos pero ello no nos exime de responsabilidad. Entendemos que nuestro país tiene responsabilidad sobre cómo Marruecos desempeña la labor delegada del control de fronteras. Y lo que constatamos es la existencia de personas gravemente heridas en los intentos de cruzar la valla. Creemos que el Gobierno español puede y debe exigir al gobierno marroquí que la cooperación policial respete los derechos humanos.
La frontera
El tránsito a pie impresiona por la tensión que transpira. Miles de personas cruzan diariamente a pie entre Marruecos y Melilla, hay mucho control, mucho tráfico de mercancías. En general, la policía se muestra amable con los que tienen pasaporte europeo, pero no lo es tanto con los demás. Impacta la situación de las mujeres porteadoras, que cargan unos fardos de hasta 80 kilos, en una situación laboral de semi esclavitud -cobran 3-4 euros al día por ese trabajo de “bestia”-. Los jóvenes interceptados saltando la valla son devueltos a Marruecos de forma sumaria, sin cumplir el procedimiento marcado por la ley y con violencia. Entre ellos hay refugiados –personas que huyen de conflictos armados, de persecuciones políticas-. Las devoluciones en caliente es la práctica habitual, a pesar de estar notoriamente al margen de la legalidad. Además, daña y pone en riesgo la vida de las personas, por lo que entendemos que es moralmente inaceptable.
A este lado de la frontera, el CETI
El Centro de Estancia Temporal para Inmigrantes acoge a las personas que consiguen pasar irregularmente a territorio español. Tiene capacidad para 480 personas y ahora roza las 1.600, aunque ha llegado a cifras mayores. Por eso han tenido que montar tiendas militares donde se apelotona la gente, en una situación de hacinamiento. Y la convivencia es muy complicada, sobre todo entre los sirios y la población subsahariana. Más allá del gran trabajo del equipo del centro y de las ONG que colaboran en él, se vive una situación tremendamente complicada.
Este estado, además de con mayores recursos, podría paliarse con más traslados a la península, especialmente de personas con derecho a protección internacional -asilo y otras formas de protección- o a recibir ayuda humanitaria. Solicitantes de asilo, menores, posibles víctimas de trata, personas gravemente enfermas deberían ser trasladadas rápidamente a la península y tramitar aquí su solicitud de asilo u otros procedimientos. Para ello es necesario mejorar la identificación de esta población y el acceso al procedimiento de protección.
Mirada corta y larga
Es importante conocer qué está pasando en la frontera sur de nuestro país y cuáles son los padecimientos de las personas sometidas a la política de control fronterizo. No debemos caer en discursos alarmistas que inciden en una falsa idea de invasión que legitima el tratamiento de la migración como un problema de seguridad nacional. Las migraciones son algo consustancial a la condición humana, una fuerza y un motor de progreso para la humanidad. Nuestra sociedad, como todas las modernas, está abocada a ser –ya lo es- una sociedad receptora y emisora de personas en busca de un futuro mejor. La realidad en la frontera sur nos hace ahora dedicar grandes energías en señalar las vulneraciones de derechos humanos, porque es lo urgente e inadmisible. A medio y largo plazo, emerge un doble reto: construir un régimen migratorio global más racional, que beneficie a los involucrados, e ir armando una propuesta amplia de convivencia y gestión positiva de la diversidad.
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