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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Frenar la escalada

Israel y Hamás deben alcanzar con urgencia un acuerdo sobre la situación en Gaza

El actual enfrentamiento armado entre Israel y la organización Hamás —agravado anoche con la entrada en Gaza de unidades de tierra del Ejército israelí— no debería convertirse en un eslabón más en una ya interminable cadena de choques; choques que hasta ahora han acabado con una tregua tras varias semanas de bombardeos en secuencia acción-reacción, decenas de muertos civiles, poblaciones corriendo a los refugios, cruce de acusaciones e intervención de algunos países en medio de la indiferencia general. La necesaria y urgente negociación de una posible tregua debe servir no solo como paréntesis hasta la próxima escalada bélica, sino como primer paso para salir de una situación en la que todos están siendo derrotados.

Hamás, a pesar del constante lanzamiento de cohetes sobre Israel y de obligar a buscar refugio a las poblaciones de Jerusalén y Tel Aviv, no puede sostener que esté viviendo este enfrentamiento como un triunfo. La población palestina de Cisjordania no se ha sumado a los constantes llamamientos islamistas a una tercera Intifada, y es la tercera vez que reacciona así en los últimos años. Irán, el gran valedor y suministrador de armas de la organización, ha sido mucho más tibio que en otros enfrentamientos con Israel: Teherán está más pendiente de negociar un acuerdo ventajoso sobre la cuestión nuclear que en respaldar visiblemente a una organización considerada terrorista por EE UU y la Unión Europea. Finalmente, la opinión pública europea apenas se ha movilizado contra los bombardeos en la Franja de Gaza en lo que constituye un escenario radicalmente diferente al vivido tras la Operación Plomo Fundido en 2009 que supuso unas tablas militares y un triunfo mediático para la organización islamista.

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Por su parte Israel ha comprobado cómo —aunque su sistema defensivo antimisiles funciona con un alto porcentaje de eficacia— no puede evitar que millones de sus ciudadanos deban interrumpir constantemente sus actividades cada vez que suenan las sirenas, algo que en Jerusalén y Tel Aviv ya no es excepcional.

Lo que Israel no puede permitirse desde ningún punto de vista es la diaria, trágica, anotación en su haber de vidas de civiles palestinos, entre ellos niños, por mucho que exista una inaceptable utilización de la población gazatí como escudo humano por parte de Hamás. Gaza es un territorio densamente poblado donde cualquier acción militar, ya sean bombardeos o con la utilización de infantería, tiene una altísima posibilidad de causar daño a inocentes. No se trata de evitar la condena internacional; se trata de evitar el terrible daño a civiles, y el desgaste constante de la propia población israelí ante una guerra interminable.

En una región incendiada donde lo habitual es el lenguaje de las armas, el conflicto con Gaza es el único que todavía dispone de canales para sentar a una mesa a las partes, como lo demuestran las negociaciones que se han mantenido en El Cairo. Y aunque hasta ahora han fracasado, es necesario que la comunidad internacional respalde esos intentos y los convierta en un primer paso sólido para un acuerdo. En una guerra sin ganadores todos pierden.

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