Lo que pensamos de ellos, lo que sentimos por ellos
Siempre están. Son una fuente de apoyo incondicional. Y jamás revelarán un secreto. Quizás sean esas las tres razones por las que uno de cada tres españoles considera que su perro o gato es más importante que sus amigos. Cuando Myriam Díaz coge el teléfono, al otro lado se escucha ladrar insistentemente a Pica, una perra de aguas de 11 años que lleva diez con ella: “Hay noches que prefiero quedarme con ella jugando en casa que salir por ahí. O viendo algo en la tele, se sienta a mi lado en el sofá y se emboba tanto o más que yo”.
Para Myriam, Pica no es solo una mascota. Es parte de su vida, de ella misma. La saluda, se despide. “Ella me ve feliz, y siente cuando estoy triste. Le cuento cosas. La mimo o la regaño”. Como ella, el 71% de los propietarios de animales de compañía afirman que hablan normalmente con sus mascotas, y además, están convencidos de que entienden lo que quieren decirles.
Estos datos, y algunos más, son los que se desprenden del II Análisis Científico sobre el vínculo de la Fundación Affinity, que ha recogido datos de más de 6.000 personas representativas de la sociedad en poblaciones de más de 10.000 habitantes –tanto propietarios como no propietarios– para analizar la actitud hacia perros y gatos. “Es la primera vez que se hace una publicación de este tipo, con una perspectiva tan amplia y un estudio poblacional, científico. Tanto en España como en Europa”, asegura Isabel Buil, directora de la fundación.
En España, el 43% de sus habitantes vive con un animal, el 74% asegura que convivir con uno lo hace –o lo haría, si lo tuviera– más feliz. El porcentaje sube aún más cuando se trata de preferencias: un 76% afirma que le gustan los animales de compañía, lo que sitúa a este país al mismo nivel que el resto de Europa. Sobre todo entre los más jóvenes. Álvaro Alonso acaba de cumplir los 19 y ha vuelto a casa después del primer año de universidad. En la puerta de un tercer piso en un barrio del sur de Madrid, Groucho, un labrador de seis años, retoza y brinca mientras Álvaro repite su nombre al subir las escaleras. Se abalanza sobre él en el último tramo. “Es impresionante cómo lo echo de menos”, cuenta Álvaro. “Y cómo te echa de menos él a ti”, se oye a su madre a lo lejos, a través del móvil de este futuro informático.
La hermana mayor de Álvaro le llevó a Groucho con apenas dos meses, era el regalo por su 14 cumpleaños. “La verdad es que yo era bastante desastre. Me costó un par de meses adaptarme a que tenía que cuidar de él. Pero me di cuenta de que él dependía de mí, más o menos como yo de mi madre”. Desde entonces, Álvaro es el papá de Groucho.
Jaume Fatjó, doctor en veterinaria y presidente del European College of Animal Welfare and Behavioural Medicine, explica por qué hay una magia especial entre los niños y los animales. El estudio de la Fundación Affinity del pasado año revelaba que ocho de cada diez niños de entre nueve y 12 años prefieren jugar con su gato o perro antes que con los videojuegos; y un 60% asocia a su animal con compañero de actividades y juegos. “Para uno de cada dos niños, el animal es percibido como la principal fuente de apoyo emocional después de los padres. De hecho, lo primero que hace un niño cuando se levanta en mitad de la noche es buscar el contacto con su perro, o con su gato”, explica Fatjó.
Los lazos que se crean entre los más pequeños y los animales se convierten en una fuente de apoyo emocional que les hace superar sensaciones como el miedo o la tristeza, “se convierte en un consuelo”, matiza el también director de la cátedra Animales y salud de la fundación. Los beneficios son recíprocos: los animales se convierten en un pilar para los niños y éstos aprenden a ser responsables. Isabel Buil añade que “cuidar, jugar y alimentar” son las tres primeras palabras que los niños pronuncian espontáneamente cuándo se les pregunta por sus mascotas. Álvaro, que ahora pasará todo el verano con Groucho, está de acuerdo: “Aunque va todavía más allá, es un sentimiento más hondo. Se convierten en parte de la familia”.
No importa el espacio. Y a veces tampoco el tiempo. Al menos eso explica Fatjó: “Los animales pueden ser más felices en un piso en el centro de Madrid que en un gran jardín. Eso sí, si tienen el cariño y los cuidados necesarios”. Un 40% de los que nunca han tenido mascota declaran que la tendrían si tuvieran más tiempo y más espacio. También en el caso de los gatos, “algo sorprendente” según Buil, quien alega que “precisamente tener un gato no requiere mucho tiempo, y mucho menos espacio”.
Lo que no parece importarle a casi ninguno de los dueños es el dinero. A pesar de la crisis, los motivos económicos son los últimos en la lista de razones por las que no tendrían mascota. Según el informe, el 84% de los encuestados niega que tener una mascota signifique malgastar dinero. “¿Cómo vamos a pensar eso? ¿Pensamos que es malgastar dinero en llenar nuestra nevera o en comprar medicamentos?”, pregunta sorprendida Myriam, la dueña de Pica.
Tanto esa perrita de aguas, como Groucho, el labrador de Álvaro, forman parte de una familia de la que no solo son compañía sino parte. Solo el 25% identifica su vínculo como pragmático, piensan que vivir con un perro aporta beneficios, pero su relación no es tan intensa.
En la mayoría de hogares españoles (75%) en los que también hay miembros que caminan a cuatro patas, el lazo que los une es emocional. “Intenso”, precisa Myriam Díaz. “Espectacular”, zanja Álvaro. Y al otro lado del teléfono, Groucho ladra.
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