_
_
_
_
_

Sueño de niños, exigencia de adultos

Cientos de jóvenes compiten en las canteras para jugar en el primer equipo de los clubes Casi 8.000 menores se presentan cada año a las pruebas para entrar en el Real Madrid

Jugadores de una cantera antes de comenzar un torneo nacional.
Jugadores de una cantera antes de comenzar un torneo nacional.Fundación El Larguero

Al entrar en la ciudad deportiva del Atlético de Madrid, en el Cerro del Espino, el ruido del pase del balón se mezcla con el bullicio de los niños que juegan en el campo. Son las cinco de la tarde y el equipo infantil entrena, como cada miércoles, mientras los familiares observan desde la grada. Un hombre de unos 40 años, con una bufanda del Atleti colgada en su cuello, grita y dirige a su hijo: ''¡Sube! ¡Cubre ese hueco!''. Sueña con que sea el nuevo Iniesta, por eso le lleva a jugar allí.

Es lo que hacen, desde hace décadas, las canteras de clubes como el Real Madrid, el Barça o el Atlético: formar a los casi 1.000 niños de sus categorías inferiores. Este millar es solo una pequeña parte de los que realizan las pruebas para jugar en los grandes clubes. En el Real Madrid, de los casi 8.000 jóvenes que se presentan cada año, apenas un 1% consigue entrar.

David Silos, en el Vicente Calderón.
David Silos, en el Vicente Calderón.EdP

Uno de los delanteros de la categoría cadete en la cantera del Atlético de Madrid es David Silos. El sol cae sobre la ciudad deportiva cuando termina de jugar y sale del vestuario. En el campo de al lado entrenan sus ídolos, pero pocas veces se atreve a acercarse. No tiene relación con ellos, pero sí varias fotos con David Villa, su jugador favorito. Su afán por parecerse a él le motivó a empezar a jugar en la Unión Deportiva de Salamanca, y al año le fichó un ojeador del Atlético. Los equipos captan a pequeños futbolistas a edades muy tempranas, incluso a los ocho o nueve años, pero hasta los 16 no pueden firmar ningún contrato con el club, según la FIFA, institución que gobierna las federaciones de fútbol.

David vive ahora en una residencia del Atleti, en Alcorcón, junto a sus compañeros. Su estancia allí y sus estudios están becados por el club. La jornada comienza para él a las siete de la mañana, cuando se levanta para ir a clase. La psicóloga le pregunta cada trimestre las notas, pero apruebe o no, el joven delantero asegura que el éxito académico no tiene nada que ver para jugar.

Más información
La Masía también hace caja
‘La Fábrica’, ¿cantera o negocio?
Seis manos de La Fábrica

Su equipo le exige dar siempre el 100%, incluso en los entrenamientos. Si llega tarde, debe pagar dos euros de multa. Mientras juega, se aprecia que David está delgado, pese a que en el club le dejan comer lo que quiera. ''Solo me obligan a comer pollo y pasta los sábados porque tenemos partido'', asegura mientras bebe una Fanta de naranja. 

No puede dormir fuera de las instalaciones, si no pide un permiso especial. ''En Salamanca, iba a un internado de curas. Así que estoy acostumbrado a esta exigencia'', explica. Todo ello hace que la mayoría de los chicos con los que se relaciona sean del club. ''No tienes infancia, pero piensas: 'ya me divertiré, ya tendré tiempo para eso'', asegura.

En la ciudad deportiva del Real Madrid, en Valdebebas, los benjamines de 10 años entran en fila al campo tras su entrenador, y siguen estrictamente sus indicaciones. ''¡Pasa a tu compañero! ¡Vamos, vamos!''. Han sido seleccionados para entrar en el equipo, después de varias semanas de entrenamientos y partidos de prueba. Todos han crecido con un balón en los pies, como Raúl Medina, un chico de 13 años que juega como lateral izquierdo en la categoría infantil.

susana rueda

Su madre, Ana Castelló, nota la competencia que hay entre los compañeros de equipo de su hijo. La mayoría de ellos es consciente de que cada día es un examen y que cada partido puede ser el último, ya que quedarse más de una temporada en el club es difícil, según ella. ''Constantemente están buscando niños nuevos. Mi hijo entró en septiembre y ahora no le renuevan, así que volveremos a presentarnos a las pruebas'', asegura. La madre de Raúl siente también la competitividad entre los propios padres que quieren que los menores se conviertan en jugadores del primer equipo. En algunos partidos, no le extraña escuchar a algún padre gritar a su hijo: ''¡Qué mal lo has hecho hoy!''.

Los padres exigen a sus hijos ganar y les usan como objetos María Ruiz de Oña Plaza, psicóloga deportiva en el Athletic de Bilbao

Raúl fue quien les pidió empezar a jugar al fútbol, pero en otros casos ''los padres exigen a sus hijos ganar y les usan como objetos, no como sujetos'', asegura María Ruiz de Oña Plaza, psicóloga deportiva en el Athletic de Bilbao. Esta exigencia se nota en el campo. ''Si el árbitro no pita una falta, piensan que se está matando la carrera del niño'', explica la psicóloga infantil Marta López. Son situaciones que no son muy habituales, pero que en ocasiones obligan a los psicólogos a reunirse con los padres y aconsejarles que no acudan al campo a ver jugar a su hijo, según López. ''Yo quiero ser futbolista y hasta que no lo sea, no voy a parar'', dice David mientras recoge su equipamiento y abandona el campo.

Más información
El fútbol en cueros
El arbitraje, una profesión de riesgo
Tarjeta roja a la igualdad
El Mundial saca los colores a Brasil

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_