La banca de la Yihad
Los radicales islámicos han creado su propio sistema financiero
La lucha contra el terrorismo y la crisis económica han producido una jungla de legislaciones por las que resulta cada vez más difícil avanzar. En materia de blanqueo de dinero y de evasión fiscal, además, países como Suiza se han encontrado a menudo en el ojo de un huracán normativo creado por el legislador extranjero, y se ha penalizado a bancos internacionales por haber infringido, a veces sin darse cuenta, las reglas de la Patriot Act, la legislación antiblanqueo estadounidense aplicada en todas partes y a todas las transacciones en dólares. Todo ello ha ralentizado el funcionamiento de la organización financiera y abierto nuevas oportunidades a un sistema bancario informal, constituido por instituciones ad hoc que operan fuera del tradicional, entre las cuales se encuentran también los hedge funds y las family office.Pero, sobre todo, la excesiva reglamentación ha influido negativamente en el acceso al crédito por parte de los pequeños y medianos inversores. Bajo este punto de vista es justo afirmar que, especialmente en los países más castigados por la crisis económica, le ha cortado las alas a la recuperación.
Mientras el mundo se dedicaba al patrullaje de los flujos monetarios y financieros, un grupo de yihadistas inspirados en las hazañas de Abu Musab al Zarqawi creaba, en un plazo de cuatro años, una economía valorada hoy en unos 2.000 millones de dólares, y lo hacía en la más absoluta ilegalidad, incluso cometiendo crímenes de indescriptible atrocidad en el marco del conflicto sirio. Todo ello ha pasado inadvertido hasta hace algunas semanas, cuando fueron incautados más de 100 pendrives que contenían las finanzas y estados de cuenta del Estado Islámico de Irak y el Levante (EIIL). ¿Cómo es posible que al sistema de control existente se le pasara por alto el espectacular ascenso de esta organización? La respuesta más sencilla es la siguiente: el EIIL utiliza solamente dinero en efectivo.
Siguiendo casi paso a paso el plan de acción diseñado por al Zarqawi, Abubaker al Bagdadi, el líder del EIIL, ha enganchado a la organización a la economía de guerra siria. Con el dinero de sus patrocinadores ha conquistado territorios estratégicos a lo largo de la frontera con Irak, apoderándose de pozos petrolíferos del Gobierno de Damasco y revendiéndole algunos a un alto precio. En colaboración con los jefes de las tribus locales ha puesto en pie un sistema de contrabando de importación y exportación, embolsándose los correspondientes porcentajes de entrada y de salida. A ello hay que añadir el sistema de tasación que atañe a todo aquel que aborde una actividad económica dentro del propio territorio iraquí: solamente en Mosul ese sistema ha producido ocho millones de dólares. El modelo financiero es el clásico del Estado-caparazón, similar a la gestión de la OLP en Líbano, al enclave de las FARC en Colombia y a las regiones controladas por los narcotalibanes. El grupo armado utiliza la guerra para enriquecerse y reforzarse militarmente, pero a diferencia de las FARC o de los narcotalibanes, dependientes del contrabando de droga, las fuentes de rédito son diversas y, por lo tanto, más sólidas.
Antes de la conquista de Mosul se calcula que la facturación del EIIL podría cifrarse en torno a los 500 o 600 millones de dólares; después del saqueo del banco nacional en Mosul y del armamento abandonado por el ejército iraquí se habla de 1.000 o 2.000 millones de dólares. Un dinero que los yihadistas transportan en efectivo al interior del Estado-caparazón. Imposible, por lo tanto, interceptarlo con los sistemas de seguridad a nuestra disposición.
Desde el día siguiente al 11 de septiembre, la yihad se alimenta del dinero en efectivo y de los correos que lo mueven. Cuando, en 2006, al Zarqawi fue avistado cerca de la frontera entre Siria e Irak, encrucijada importantísima para el contrabando que, desde hace al menos dos años, está en manos del EIIL, en el vehículo en el que viajaba se encontró un maletín con más de 300.000 dólares en efectivo. Sin embargo, poco o nada se ha hecho para bloquear ese tipo de financiación, es más: a juzgar por el éxito del EIIL en Siria, el problema se ha relegado. Hoy, cuando el Estado Islámico de Irak y del Levante se encuentra a menos de 50 kilómetros de Bagdad y amenaza la estabilidad de Irak, tal bloqueo ya no puede hacerse.
Las consecuencias de su victoria, esperemos que improbable, serían desastrosas para la economía mundial. El precio del petróleo volvería a ponerse por las nubes y el pánico haría que se desplomasen los mercados como sucedió en 2003, la fragilísima recuperación económica desaparecería y no hay que excluir que la deflación pudiera transformarse en depresión.
Ante estos escenarios apocalípticos es justo preguntarse si la lucha contra la financiación del terrorismo islámico ha fracasado porque se ha combatido en frentes equivocados y con instrumentos inadecuados, por ejemplo la Patriot Act, que se hizo gravitar sobre los costes de seguridad de los bancos con escasísimos resultados. Preguntas, estas, a las que será preciso dar una rápida respuesta si se quiere evitar una nueva oleada de terrorismo.
Loretta Napoleoni es economista italiana.
Traducción de Juan Ramón Azaola
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