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Mónica Naranjo sobrevive a la diva

La cantante se siente más enérgica que cuando tenía 20 años, aunque ya ha cumplido los 40 y suma dos décadas de carrera profesional. Lo celebra con un disco y una gira, ‘Tour 4.0’. La mujer de la voz potente reconoce que si fuera cada día cómo es encima del escenario acabaría teninendo problemas mentales

Isabel Valdés
Mónica Naranjo durante un concierto en Madrid.
Mónica Naranjo durante un concierto en Madrid. Santi Burgos

Ya no solo los gays corean a la pantera. Ayer se constató en el madrileño Teatro Circo Price, durante el primero de los dos conciertos de la diva con uno de los torrentes de voz más potentes del mundo. El registro vocal de Mónica Naranjo, amplio e inabarcable, atrae a cualquiera. Ella lo sabe: “Antes para ir a un concierto mío tenías que entender; ya no. Esa normalización es un paso importante”.

Potente e imponente, es desde hace años musa homosexual. Gladiadora por sus derechos. Compositora, presentadora, productora, madre. Acaba de cumplir 40 años como quien cumple 20. El disco, Tour 4.0, salió el pasado 6 de mayo y hoy sigue entre los más vendidos. La gira comenzó un mes después. Cada mañana piensa: “Es un día cojonudo”.

Su disco y el espectáculo son un homenaje a sus 40 años y a las dos décadas de profesión. La edad es simbólica, “lo importante es cómo te sientes tú por dentro”. Asegura, a través del teléfono camino del aeropuerto, que tiene la sensación de que no ha pasado el tiempo desde que se fue de casa: “En realidad han pasado 23 años, pero mi cabeza sigue ahí”. Ahora se siente más enérgica, con ganas de hacer más cosas, más despierta. “Incluso más curiosa”, precisa.

Antes para ir a un concierto mío tenías que entender; ya no. Esa normalización es un paso importante

Curiosa ha sido siempre. En la música. En la vida. Forma parte de ese espíritu libre que la inundó mientras crecía, que su madre cultivó. Ese que ha impulsado su lucha por la igualdad de derechos para los homosexuales. “Ahora es natural ver a una pareja cogida de la mano. La gente ya no piensa que son un par de viciosos”. La cantante está convencida de que lo que se ha ganado en cuestión de derechos no se puede parar, “son muchos años y personas que se han dejado la salud y la vida para que ahora puedas besarte en la calle. Eso no se borra. La gente quiere evolucionar”.

En un par de semanas, se celebrará el Día del Orgullo. “Más gay que lo que me proclamo no puedo ser. Pero creo que se debe ver más allá del montaje. Todo es jaja, jiji, qué risa. A quien enciende la tele, con sus hijos al lado, y ve a dos con el culo al aire simulando una felación, no le parece serio”. Ella prefiere una celebración más reivindicativa, “reclamar derechos, conseguir ser escuchados, ese tipo de acciones en apariencia inofensivas hacen más daño del que creemos. Frenan la lucha”.

La que no frena es ella. Positiva, cálida. Enamorada de la cocina. De verbo fácil. Camaleónica. Del escenario al plató, y viceversa. La televisión no le ha supuesto un problema. “No le he sacado nada negativo. Me divierte muchísimo, tanto de jurado como de presentadora. Frente a la cámara no siento el miedo ni la responsabilidad que sí noto en el escenario”.

Esa nueva faceta, que la expone aún más al público, no le ha cambiado la vida: “La gente comigo es muy generosa, nunca han invadido mi privacidad”. Habla de sus fans con una dulzura difícil de asociar a su carácter público: estoico. Un personaje creado por ella y para ella que la protege de su propio nombre: “Si fuera tan intensa, tan altiva, y tan distante tendría un problema mental”. Pero nada más lejos de la realidad. “Se gana sentido del humor con los años, cada vez te da menos miedo hacer el ridículo y, en realidad, soy una blanda. Me lo dice mi marido cuando llamo al perro, que con el tono que lo hago jamás me respetará”. Es, además, extremadamente ordenada, repite cuatro veces la misma cosa y tiene un problema para ubicarse, “si dejo el coche en un parking, tengo que hacer foto de la planta y el sitio”.

Dentro de 40 años quiero vivir feliz con un huerto y unos nietos que den por saco. Con mi pareja. Al estilo Heidi

En el escenario cambia: su presencia sobre las tablas es monumental. Vive alejada de la tiranía de la belleza que soporta su mundo. “Si la tuviera presente sería algo en mi contra. Viviría obsesionada. Yo lo que cuido es mi cabeza. Necesito vivir en paz, reirme mucho, meditación y ejercicio. Si mantenemos sana la casa de las locas todo va mejor”, se ríe a carcajadas. Casi tan enérgicas como su voz, con la que ha vendido alrededor de 10 millones de discos en todo el mundo, aunque la industria discográfica atraviese un mal momento. “La piratería existe, no se puede ir contracorriente, sino buscar la manera de reconstruir el sistema”, reflexiona.

Mientras, ella visualiza su futuro y hace un breve balance: “No me cambiaría por nadie. La vida ha sido generosa conmigo. Dentro de otros 40, quiero vivir feliz con un huerto y unos nietos que den por saco. Con mi pareja. Al estilo Heidi”.

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Sobre la firma

Isabel Valdés
Corresponsal de género de EL PAÍS, antes pasó por Sanidad en Madrid, donde cubrió la pandemia. Está especializada en feminismo y violencia sexual y escribió 'Violadas o muertas', sobre el caso de La Manada y el movimiento feminista. Es licenciada en Periodismo por la Complutense y Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS. Su segundo apellido es Aragonés.

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