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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Oportunista Barroso

La acusación al Banco de España es desmedida y esconde el retraso europeo en afrontar la crisis

Las acusaciones de José Manuel Durão Barroso al Banco de España no han podido ser más extemporáneas y confusas. El presidente de la Comisión Europea responsabiliza a la autoridad monetaria por errores graves en la supervisión de las cajas de ahorros que habrían contribuido a formar la burbuja inmobiliaria y financiera. Las ironías de Durão (“no fueron el FMI, Bruselas o la señora Merkel los responsables” de la crisis), contestadas inmediatamente por el presidente del Banco Santander, Emilio Botín, con una nota pública de disconformidad, deben interpretarse más bien como un ajuste de cuentas oportunista de un dirigente europeo que al final de su mandato se niega a admitir que las autoridades europeas reaccionaron tarde y mal a las consecuencias de la crisis financiera.

Efectivamente, el Banco de España cometió errores y uno de los más importantes fue relajar los protocolos de supervisión crediticia. Que lo descubra ahora el responsable de la Comisión produce cierta inquietud. A la debilidad del regulador bancario hay que imputar las vacilaciones para localizar y corregir a las entidades quebradas. Pero el Banco de España no creó la crisis, ni infló la burbuja inmobiliaria. Fueron los gestores de las cajas quienes dispararon la euforia del crédito y se comportaron de manera irresponsable al rebajar las condiciones de solvencia de los préstamos; fueron los directivos y los consejeros de las cajas, en connivencia con los entornos políticos, empresariales y sindicales autonómicos y locales, quienes llevaron a la quiebra al sistema financiero de Valencia o Galicia.

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Los reproches de Durão llegan tarde y no aclaran el fondo de la cuestión. La crisis financiera no fue ni es un problema de supervisión, como parece sugerir con sus palabras. Más bien surgió como una de las consecuencias de la presión constante de los bancos estadounidenses y europeos para eliminar o reducir la regulación existente. Y si existe responsabilidad política, no es sólo de los supervisores nacionales, sino también de las autoridades comunitarias que no han sabido aplicar medidas monetarias eficaces para limitar los efectos de la explosión de Lehman Brothers.

Más que ironías sobre quien es el mejor banco central del mundo o reconvenciones oportunistas sobre el pasado, lo que se espera de la Comisión Europea es que defienda las mejores opciones para aumentar el crédito y mejorar la capitalización de los bancos. El futuro es lo que importa, señor Durão.

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