¿Para qué sirve una ONG en España?
Esta entrada ha sido escrita por Lucila Rodríguez-Alarcón (@lularoal).
Directores de Oxfam Intermon, Amnistia Internacional y Greenpeace en presentando su decálogo contra la crisis en febrero de 2013
El rol de las organizaciones no gubernamentales ha ido con cambiando con el tiempo. En sus orígenes a principios del siglo pasado, la mayoría de las organizaciones eran eminentemente asistencialistas. Asistencialistas indica que el tipo de apoyo que las organizaciones brindan a quienes lo necesitaba se limita a asistirles en problemas concretos, a brindarles ayuda específica para resolver una necesidad inmediata; dar comida a los que tienen hambre, cobijo a los que no tienen casa, ropa a los que no tienen medios para comprarla.
Con el tiempo, algunas organizaciones empezaron ir más allá; “no les des pescado, dales una caña y enséñales a usarla”. Pero muchas no se detuvieron ahí sino que llevaron la reflexión un paso más adelante. Empezaron a trabajar con las personas que lo necesitan en la identificación las causas de su situación promoviendo que sean ellas mismas las que elijan como quieren solucionar el problema, es decir, que decidan si quieren pescado o no y que ellas mismas elijan como quieren conseguirlo si con caña, con red o comprándolo en el mercado internacional.
Cuando las organizaciones trabajan muy centradas en las causas de los problemas acaban ineludiblemente aterrizando en el entorno político. Los derechos y las obligaciones primeras de los ciudadanos están definidos por las leyes que ven su origen y gestión en las decisiones de los gobiernos. Las organizaciones luchan porque esas leyes que fundamentan las sociedades con las que trabajan sean justas, o por lo menos, lo más justas posible. A estas organizaciones las acaban llamando “activistas de” – derechos humanos, lucha contra el cambio climático, lucha contra la pobreza.
Los 80-90 fueron los años dorados del activismo de las ONGs, de la movilización social con fines de incidencia política. Algunas organizaciones fueron un verdadero contra poder, y el término “no gubernamentales” está provisto de un halo de legitimidad.
Con la llegada de Internet llegó la desintermediación. El boom de este fenómeno se da con la consolidación de las redes sociales que cambian todo el panorama comunicativo. Este boom casi coincide en el tiempo con la crisis económica. Ambos elementos combinados dan lugar a la enorme crisis de confianza en la que nos encontramos ahora. Los ciudadanos confían cada vez menos en las organizaciones, en los medios de comunicación, en los políticos y de forma general en el llamado “sistema”. Lo positivo de esta situación es que gracias a las nuevas herramientas comunicativas los ciudadanos se sienten capaces de cambiar por si mismos lo que estiman que debe cambiar.
En estos momentos en España, un país muy tocado por la crisis económica y con una enorme crisis sistémica, cohabitan los dos extremos de enfoque en la ayuda a los más desfavorecidos. Por un lado las organizaciones asistencialistas no dan abasto. El incremento de la pobreza nacional que ha afectado principalmente a las clases más bajas está provocando situaciones dramáticas. Los comedores sociales están abarrotados, se vuelven a ver acciones de recogida de alimentos como en los años 80. Algunas organizaciones que solo trabajaban en países en desarrollo empiezan a abrir programas en España.
A su lado, organizaciones que trabajan más en la incidencia política intentan alzar su voz reclamando cambios urgentes. Las políticas que se están diseñando en los últimos años han olvidado las causas de los problemas que afectan a los más débiles. El desajuste toca todos los palos, desde el medioambiental, pasando por los derechos más básicos como el de la libertad de expresión. Es especialmente sángrate el caso de las políticas económico-sociales que favorecen la creación de riqueza dónde ya la hay incrementando la brecha entre ricos y pobres y desmantelando los servicios sociales.
Es interesante ver que este panorama desolador las organizaciones vuelven a tener un rol importante que jugar. El término contra poder se encuentra de nuevo presente en la mayoría de su trabajo. Aquellas que trabajan brindando ayuda inmediata están desvelando la cara oculta de un problema que afecta a cientos de miles de personas. Las llamadas activistas están trabajando en identificar y definir las causas de esos problemas y proponer soluciones. Con estas herramientas los ciudadanos pueden decidir qué hacer. Pueden organizarse solos, sumarse a esas organizaciones, exigir un cambio sustancial en el entorno político.
La gran duda es si “el sistema” dejará a las organizaciones ejercer ese contra-poder libremente o recaerán sobre ellas presiones administrativas, judiciales o campañas de contra información. Si estamos en una democracia tan consolidada como queremos creer, nada de lo anterior sucederá. Pero por si acaso, aquí es donde la unión entre todos aquellos que quieren el cambio se torna indispensable. No hay que olvidar que la lucha contra la desigualdad y la injusticia siempre ha sido una cuestión de unión y de tesón.
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