Mañana de domingo en Quito
Ayer domingo llegué a Quito, la capital de Ecuador, en un vuelo de Lan. Voy camino de las islas Galápagos, pero he decidido quedarme un par de días deambulando por esta ciudad andina y mestiza, la primera en ser declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Era domingo, por la mañana; una mañana luminosa, radiante, de esas que anuncian ya la primavera aunque aquí, en la línea del Ecuador, el concepto primavera sea un tanto difuso. Grandes nubes panzonas que bajaban del volcán Pichincha oscurecían a intervalos las calles, pero pronto el intenso sol ecuatorial volvía a aparecer para llenar la escena de optimismo.
Quito estaba radiante, pletórica, llena de ambiente. Familias enteras de paseo por las enormes plazas del centro histórico (Santo Domingo, San Francisco, la de la Independencia), que más que plazas son grandes estadios rodeados de fachadas barrocas que esponjan el denso entramado de una ciudad de iglesias y conventos cuya planimetría se quedó anclada en el siglo XVII.
Vi parejas de enamorados que subían y bajaban cogidos de la mano por la calle del Algodón o por la Chile; vi jubilados ociosos esperando nada en los bancos de la plaza Grande; vi vendedores ambulantes de ensalada de frutas, de empanadillas de queso y cebolla, de sanduches y cachitos, de batidos para el hígado y la memoria, de helados de guanábana y mora. Vi abiertos los quioscos de los limpiabotas, de las sanadoras y de las hierbateras. En Quito gozan de buena salud tanto los viejos oficios como los conventos de clausura.
En la calle Sucre unos músicos otavaleños ponían banda sonora a la mañana festiva con sus flautas traversas, sus rondadores, sus charangos y sus bandolines. En la plaza de San Francisco un joven monje franciscano con su hábito marrón pinchaba música pasillo-hop desde el estrado en el que celebraban el día de las misiones. En la plaza Grande la gente se arremolinaba para ver a grupos folclóricos bailar aruchicos, sanjuanitos, ñustas y cosechas.
Boletín
Quito, ayer mañana, era una fiesta.
Debería ser siempre domingo por la mañana en las grandes ciudades.
Ésta última foto no está tomada, obviamente, por la mañana. Es el atardecer, a esa hora bruja y azul en la que las luces juegan a confurndirse. Está tomada desde la terraza del hotel Casa Gangotena, el mejor de Quito, que tiene también la mejor vista panorámica del centro histórico.