Los nuevos liderazgos
Solo habían discurrido unas horas desde que se conocieron los sorprendentes resultados electorales cosechados por la formación Podemos para que aquellos que hasta entonces los habían ignorado hayan emprendido una furibunda campaña tanto contra sus rostros más visibles, acusados de oportunistas subidos al carro del populismo, cuando no de urdidores de contubernios bolcheviques; como contra sus ideas programáticas, tildadas de un compendio de ocurrencias extraídas del manual de primero de perroflautismo utópico. Es curioso cómo medios de comunicación y personalidades políticas que habitualmente se proyectan en la sociedad como rivales o como ideológicamente opuestos sean capaces de lograr tal unanimidad para arremeter, corroborando las tesis del propio Pablo Iglesias, contra los que cuestionan sus seculares privilegios de casta. Una casta incapaz de disimular el desprecio que le suscita la sociedad civil y que parece dispuesta a utilizar todos los medios para desactivar cualquier iniciativa que cuestione su preeminencia. Gloriosa la intervención de Felipe González, él que hubo de sobreponerse a los recelos del establishment franquista, y que ahora lanza soflamas apocalípticas desde su muñido sillón de un consejo de administración. Ladran, Sancho, luego cabalgamos.— Alfredo de la Mata. Madrid.
El impactante triunfo de Podemos en las pasadas elecciones al Parlamento Europeo es, sin duda, un reflejo de la decepción general de la sociedad española con su clase política, su respuesta a los escándalos de corrupción y la comodidad con la que parecen manejarse los beneficiarios del bipartidismo.
Sin embargo, es conveniente ser cautos con los nuevos liderazgos.
Si bien el discurso del líder de Podemos, Pablo Iglesias, resulta convincente a la hora de expresar estos desencantos generalizados, también podría resultar peligroso desde el punto de vista pacífico y democrático. No hace falta más que buscar en YouTube para encontrar diversas “joyas” de su autoría. Afirmaciones como que “el derecho a portar armas es una de las bases de la democracia”, o que “Venezuela ha demostrado tener una de las democracias más sólidas del mundo” son alarmantes ejemplos.
Como periodista y venezolana, no puedo evitar sentir preocupación ante estas palabras. Cuidado, España, con este tipo de líderes “neutrales”. No basta con estar de acuerdo con sus denuncias. Hace falta ahondar más.— Zhandra Zuleta Castro. Valencia.
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