Arquicostura
FOTO: Marian Cáceres. Modelo: Silvia Díaz.
Brezo Alcoceba López-Araquistáin no habla de moda sino de arquicostura, convencida de que hay un mundo entre coser un vestido o construirlo. Nacida en Madrid, el mismo día que Tejero irrumpió en el Congreso (23 de febrero de 1981), se crió en Logroño y regresó a esta ciudad, donde sigue viviendo, para estudiar arquitectura en la ETSAM.
Tras pasar un año de Erasmus en Aquisgrán (Alemania), trabajó con varios arquitectos hasta que se graduó en 2006 y, tras un viaje a Argentina, llegó al estudio de Rafael Moneo, donde ha trabajado durante siete años. Hace menos de uno que decidió comenzar una andadura independiente montando BZArquicostura, su marca para relacionar arquitectura y costura. Del 27 de mayo al 1 de junio ha expueto en el Museo del Traje de Madrid, en ese mismo lugar, el 18 de junio participará en un desfile.
De estudiante notable, el doctorado, y los estudios sobre modelismo de la indumentaria, que comenzó mientras trabajaba con Moneo, la convirtieron en alumna sobresaliente. Hoy escribe una tesis doctoral y desarrolla los prototipos de la colección ARQUICOSTURAS que el Museo del Traje de Madrid expone durante el mes de mayo.
¿Por qué estudió arquitectura? No sabía que quería ser arquitecta, pero sí que quería estudiar algo relacionado con el mundo de la creación. Mi madre es diseñadora de interiores y mi padre arquitecto. Siempre los he admirado. Me veo como una mezcla de ambos: el carácter romántico de ella con el pragmatismo de él.
Para mí, la disciplina arquitectónica era lo más parecido a una artesanía cultivada basada en la generación espacial del mundo de las ideas. De esta manera ya no solo podría plasmar mi creatividad en objetos, sino introducirme dentro de ellos, vivirlos desde su interior.
¿Qué esperaba de los estudios? No iba a ciegas, pero recuerdo las clases de ideación gráfica dibujando el espacio con los ojos entornados, en un ejercicio que consistía en dibujar sin ver. Un proceso que nacía del mundo de las sensaciones y terminaba generando experiencias arquitectónicas. Esta acción me rompió los moldes acerca de lo que podía esperar de la arquitectura. Creo que hoy sería una persona distinta de haber escogido formarme en otra.
¿Qué ha sido lo más sobresaliente de su formación: lo que más les ha servido, lo que más le ha alumbrado? Siempre afronté los proyectos de forma muy espontánea y, afortunadamente, esta actitud me funcionó. Trabajar con Rafael Moneo fue “como hacer un máster en el que, encima, te pagan”. Fui testigo de su manera de trabajar sin decisiones precipitadas, dando valor a todas las fases del proyecto: desde el origen hasta la culminación arquitectónica.
¿Cuándo y por qué optó por una dedicación profesional atípica? He hecho concursos de arquitectura y dirección artística teatral, pero ha sido en la aplicación de la arquitectura al diseño de vestimenta donde he encontrado mi lugar, en la “arquicostura” convergen todos mis intereses. Ha sido proceso natural, casi orgánico, surgido de la necesidad primaria que ya tenía en la infancia, de introducirme dentro de mis creaciones.
¿Cómo valora económica, personal e incluso socialmente esa decisión? Hasta ahora trabajar ha sido sinónimo de aprender. Tengo una visión interdisciplinar y ahora quiero caminar en solitario. Me encuentro en un momento incipiente para hablar de valoraciones económicas, hasta ahora es una inversión de un futuro cada vez más cercano.
¿Tienen los arquitectos miedo de romper la endogamia y el círculo social e intelectual en el que viven? La arquitectura es una disciplina que ya desde el comienzo de la carrera te exprime no solo intelectualmente, sino emocional y creativamente. Trasladas lo mejor de ti al proyecto para elaborar soluciones óptimas desde múltiples puntos de vista: el formal, el constructivo, el social, el económico…Y cada vez van surgiendo nuevos conceptos que integrar en la arquitectura: la tecnología, la ecología, la comunicación, la solidaridad, el género… Por todo ello, el arquitecto vive como un estratega, haciendo y rehaciendo el rompecabezas hasta encajar las piezas.
Los que vemos la arquitectura de forma más amplia la hacemos aplicando nuestros conocimientos a otros ámbitos. Yo me siento más arquitecta que nunca. Soy tan capaz de levantar un edificio como de convertirlo en un vestido. A algunos arquitectos les da miedo esa libertad.
¿Qué le hizo ver que había otras posibilidades? Las interferencias entre arquitectura e indumentaria no son nuevas, pero existe un vacío de profundización analítica entre dichas conexiones desde el punto de vista proyectual. Ese espacio es el que aspiro a ir rellenando a través de la investigación, tanto teórica como empírica.
¿Tenía o tiene ejemplos, modelos? La capacidad de reinterpretación espacial y estructural que tenemos los arquitectos nos confiere una visión peculiar sobre las envolventes corporales. Arquitectos como Gianfranco Ferré, Pierre Cardin y Paco Rabanne no llegaron a construir edificios por que se decidieron a explorar la construcción textil Otros, como Cristóbal Balenciaga, Madeleine Vionnet o Issey Miyake han sido considerados arquitectos de la indumentaria sin haber estudiado tal disciplina.
Yo permanezco en un limbo entre las envolventes edificatorias y las corporales. Me interesa hacer un proyecto que cubra el cuerpo y que al ampliarlo pueda convertirse en una estancia. Un tratamiento de metamorfosis en el que pueda suceder cualquier cosa.
¿Qué puede hacer la arquitectura por la sociedad más allá de los planos? Podemos ser profesionales de la estrategia. La creatividad es un camino alternativo que enriquece las soluciones. En palabras de Alvar Aalto: “La arquitectura es un fenómeno sintético que abarca prácticamente todos los campos de la actividad humana.”
¿Qué consejos daría a un joven estudiante de arquitectura? Ser optimista, que no iluso. Trabajar mucho es tan imprescindible como hacerlo con pasión. En este presente tecnológico, desarrollar la autocrítica para diferenciar un buen proyecto arquitectónico de un bonito diseño gráfico es prioritario, vivimos una época de autoengaño. Por último, que más allá de la tensión y las entregas tengan presentes otros verbos: reír, pensar, sentir, observar, compartir, leer y amar. Todo pasa tan rápido…
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