Un comienzo de altura

Narendra Modi aparecía triunfante con toda la razón mientras él y sus ministros prestaban juramento el pasado 26 de mayo. La ceremonia —una coronación, en opinión de algunos— fue la más grande desde la independencia de India. En el palacio presidencial, de piedra roja de arenisca, unos 4.000 invitados corroboraron la afición de Modi por el dramatismo. Distribuidos frente a él se encontraban sus rivales políticos vencidos, líderes del Congreso y regionales, y los marginados en su propio partido (...)

Esta semana todo ha encajado con éxito en la política exterior de Modi. Como el persuadir a los líderes de los países vecinos para asistir a su toma de posesión. Nunca había sucedido antes. Y tras la ceremonia, Modi mantuvo conversaciones bilaterales con cada uno de ellos. La presencia del presidente de Afganistán, Hamid Karzai, tiene importancia dado que India respaldará al Gobierno que suceda a Karzai en Kabul mientras las fuerzas de EE UU se retiran. Precisamente un reciente intento de secuestro en Afganistán tenía por objetivo dañar las cada vez mejores relaciones entre Modi y su homólogo paquistaní, Nawaz Sharif. Este último asistió a la ceremonia en contra de los deseos del Ejército de su país, quien considera a India una amenaza existencial. Sharif fue lo suficientemente conciliador como para no sacar a colación la disputa sobre Cachemira, aun a riesgo de ser acusado de debilidad de vuelta a casa.

Ambas partes tienen una oportunidad. El titular de Exteriores indio, Sujatha Singh, ya apunta los siguientes pasos: impulsar el comercio y la reanudación de las conversaciones diplomáticas (...)

Londres, 31 de mayo