Disculpas salvadoras
El alcalde de Sestao, como tantos otros, considera que con pedir perdón queda zanjado el escándalo de sus comentarios xenófobos

La secuencia siempre es la misma: un personaje público pillado en falta por declaraciones de grueso calibre intenta arreglarlo pidiendo disculpas. Cumplido el trámite, el personaje en cuestión prosigue su andadura y aquí no ha pasado nada. El enésimo ejemplo es Josu Bergara, alcalde de Sestao (Bizkaia), que después de tratar de “mierda” a la inmigración y de asegurar que ya se encargará él de echarla “a base de hostias”, descarta dimitir porque supone manipulada la grabación de sus palabras aportada por la organización denunciante, SOS Racismo.
Según el alcalde, él se refería en tan soez conversación a la delincuencia, no a toda la inmigración; y como ya se ha disculpado, a otra cosa.
¿Fin de la historia? Es evidente que no. El alcalde pronunció esas palabras en el curso de una reunión con promotores inmobiliarios, en la que se habló de utilizar una base de antecedentes policiales para seleccionar a los que pretenden optar a las viviendas.
Tal base de antecedentes policiales no es una medida aislada, sino parte de una política claramente orientada a cerrar el paso a los inmigrantes: constan denuncias de familias, sobre todo rumanas, a las que el Ayuntamiento de Sestao niega el empadronamiento, con lo cual ven dificultado el acceso a los servicios públicos de educación o sanidad.
Sestao arrastra problemas sociales y de desempleo, pero no es el único lugar del País Vasco ni del conjunto de España donde ocurre eso. Y lo que no se puede hacer es resolver esas cuestiones “a base de hostias”. Quien propugna semejante política no puede permanecer al frente de un Ayuntamiento, ni, menos aún, que un partido central en el sistema democrático de su comunidad, como es el PNV, avale tal comportamiento y se dé por satisfecho con unas vagas excusas.
Esto es el mundo al revés: las autoridades públicas son las primeras que deben condenar los comportamientos racistas y luchar contra ellos. Hay que tomar nota del auge del populismo en otras partes de Europa y de la porosidad entre los partidos antiinmigración y los mayoritarios, en vez de promover nuevos caldos de cultivo de la xenofobia.
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