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‘Lord Vago’, expulsado de la Cámara

Antes de ser Lord Hanningfield, Paul White criaba cerdos. Después acudía al Parlamento británico, fichaba y se iba, cobrando dietas con las que pagaba a empleados de su granja Su holgazanería ha hecho historia

Lord Hanningfield, arriba, en una imagen de 2011.
Lord Hanningfield, arriba, en una imagen de 2011.Matthew Lloyd (getty)

Antes de meterse en política y convertirse en Lord Hanningfield, Paul White criaba cerdos en el condado de Essex. Solo sería un detalle menor en la carrera de este político de 73 años si no fuera porque ha provocado más de una broma pesada en la inclemente prensa británica, donde también sus gallinas y su perro han dado bastante juego últimamente. A ellos les ha echado la culpa de haber cobrado dietas por valor de 4.040 euros por acudir a las sesiones de la Cámara de los Lores cuando en realidad se limitaba a entrar, fichar y marcharse a casa. El dinero, ha dicho, le servía para pagar a sus empleados, que le cuidan las cluecas y el perro en Chelmsford cuando él va a Londres al Parlamento. El problema es que trabaja tan poco que podría cambiar su título nobiliario por el de Lord Vago.

Ha sido el Daily Mirror quien le ha puesto en evidencia, provocando que el Comité de Conducta y Privilegios de la Cámara de los Lores le suspenda durante un año. Tras seguirle y fotografiarle, el diario ha demostrado que durante julio de 2013 acudió al Parlamento 11 veces simplemente a fichar, pero no se quedó ni siquiera una hora. “Conozco a más de 50 lores que hacen lo mismo que yo”, se defendió al ser cazado. Los lores británicos no cobran sueldo, pero tienen derecho a 367 euros diarios en dietas cada vez que acuden a la cámara a un debate, a una votación o a un comité. Lord Hanningfield se limitaba a tomarse un té, firmar e irse a casa.

El que nació siendo Paul White dio sus primeros pasos en la vida pública como presidente de la Asociación de Jóvenes Granjeros. Ocupó su primer cargo político en 1970 como concejal del condado de Essex y fue subiendo dentro del Partido Conservador hasta que fue premiado con el título de Lord Hanningfield en 1998 por ayudar a la creación de la Asociación de Gobiernos Locales, llegando a ejercer como portavoz de los tories en la Cámara de los Lores. Pero su facilidad para el gasto acabó pasándole factura. Hace tres años fue expulsado del partido tras ser condenado a nueve meses de cárcel por un fraude similar al que ahora le enreda. En aquella ocasión, Lord Hanningfield fue declarado culpable de falsificar facturas por valor de 17.000 euros. Su condena se enmarcaba dentro del mayor escándalo que ha vivido el Parlamento británico, que entre 2009 y 2011 llevó a juicio a cientos de diputados y lores de todos los colores políticos por abusar de sus prerrogativas de gasto. Él fue uno de los seis que pasaron por la cárcel, donde estuvo nueve semanas. El resto de la condena la cumplió en casa, donde su único compañero fue su perro Jefferson. “No tenía casi amigos con los que hablar. Menos mal que tenía al perro”, confesó en The Guardian este soltero solitario, que también admitió haber sufrido una depresión por el escándalo.

“No tenía casi amigos con los que hablar. Menos mal que tenía al perro. Más de 50 hacen los mismo que yo”

Ya entonces, quienes claman por una reforma de la Cámara alta británica criticaron que Lord Hanningfield regresara al trabajo tras su condena. Actualmente no existe regulación interna que permita sancionar o expulsar a los lores que cometen delitos, aunque esta semana se ha anunciado que por fin se está preparando. La primera vez que se planteó esa dicotomía fue en 2009, tras un escándalo que afectó a dos lores laboristas que cobraron por hacer lobby. Tras varios debates, se decidió que el Comité de Privilegios y Conductas podría suspender temporalmente a los descarriados, así que Lord Truscott y Lord Taylor of Blackburn fueron suspendidos de su cargo durante seis meses. Era la primera vez desde el siglo XVII que se castigaba a los miembros de esta arcaica institución, a la que siguen perteneciendo ambos lores y el puñado que han sido suspendidos desde entonces.

El cargo es vitalicio, al margen de la conducta de cada cual, y no les vota el ciudadano, sino que, al igual que hace cuatro siglos, son nombrados a dedo por el Gobierno de turno. Además se reservan 26 asientos para obispos y 92 para miembros hereditarios, algo insólito en una democracia. “En total son casi 800 cargos públicos que carecen de legitimidad porque no han sido elegidos democráticamente en las urnas. Y por eso, cuando asistimos a episodios como el de Lord Hanningfield, los ciudadanos dejan de creer en la política. El Parlamento no funciona como debería. Su caso lo demuestra”. Así lo explica Alexandra Runswick, directora de la organización Unlock Democracy, que ha participado en todos los intentos frustrados de reforma de la cámara desde hace ya dos décadas. “Es una reminiscencia de esa Gran Bretaña clasista y aristocrática que desafortunadamente aún existe”, añade. Llegar a ser lord, asegura Runswick y todos los críticos —incluido el Partido Liberal, que impulsó una reforma que se frustró en 2012 y que estos días ha resucitado—, es algo que tiene poco que ver con la representatividad y mucho con los favores políticos, tanto que también se la conoce como la Cámara de los jubilados: uno de cada cuatro son exdiputados a los que se premia con el título de lord para que dejen paso a otros políticos; 685 tienen más de 60 años, y 16, más de 90. Lord Hanningfield, a sus 73, es uno de ellos. Su deriva hacia Lord Vago quizá sea lo que esta institución necesitaba para sacudirse el polvo de cuatro siglos de privilegios y entrar en el siglo XXI.

‘La Cámara de los jubilados’

La Cámara de los Lores es la Cámara Alta del Parlamento británico. Una institución política que se ha quedado obsoleta, con mucha menor relevancia que la Cámara de los Comunes. Los casi 800 lores son nombrados a dedo por el Gobierno. Son cargos vitalicios que, en ocasiones, sirven para saldar favores políticos. 685 tienen más de 60 años, como Lord Hanningfield.

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