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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Sin respuesta a Putin

La seguridad que exhibe Rusia en la crisis con Ucrania contrasta con los titubeos occidentales

La muerte de 36 ucranios prorrusos en Odesa, cuando una muchedumbre que rechaza la injerencia rusa en Ucrania prendió fuego al edificio donde aquellos se refugiaban, más el derribo de dos helicópteros militares ucranios y los combates generalizados en el este del país entre el Ejército de Kiev y milicias armadas prorrusas, pueden suponer la chispa que empuje al país europeo hacia la guerra civil. Un movimiento acelerado por la agresiva retórica procedente del Kremlin, que niega cualquier legitimidad al Gobierno de Ucrania, justifica la partición de su territorio nacional —como ha hecho ya con la península de Crimea— y respalda el alzamiento de los territorios de su país vecino con mayoría rusófona. Moscú impulsa esa dinámica con decisiones que van más allá de las palabras, como la desproporcionada concentración de tropas rusas en la frontera con Ucrania y la efectiva actuación, demostrada en el caso de Crimea, de unidades militares sin distintivos, pero con vehículos y armamento idénticos a los del Ejército ruso.

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Al contrario de lo que sucede con los gobernantes occidentales, que evitan cuidadosamente cualquier declaración que pueda ser tachada de belicista por sus propias opiniones públicas, Vladímir Putin juega sus cartas sabedor de que cuenta con la aprobación tácita, cuando no el respaldo expreso, de una sociedad que trata de redefinir su papel en el mundo desde el fin del régimen soviético en 1991. Las manifestaciones con motivo del 1º de Mayo en Rusia no han tenido paragón precisamente desde esa fecha. El desfile de 100.000 manifestantes por la Plaza Roja de Moscú, con lemas muy lejanos a la defensa de los derechos de los trabajadores —como “Putin tiene razón” u “Orgullosos de nuestro país”—, describen hasta qué punto la crisis ucrania no es un asunto extranjero en Rusia. Un efecto multiplicado en las últimas horas por las constantes imágenes retransmitidas por las televisiones rusas en los que ancianas prorrusas portando iconos se encaran con blindados ucranios. Y hay signos de que el apoyo a Putin no solo está en la calle. Las sanciones económicas contra Moscú impulsadas por Barack Obama han sido recibidas en la capital rusa con revalorizaciones del debilitado rublo y ligeras subidas de la Bolsa.

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El Gobierno ucranio, que además debe organizar las elecciones presidenciales del 25 de mayo, contempla el desgajamiento de su país mientras los países occidentales no terminan de acordar cuál puede ser la estrategia más acertada para evitar que el polvorín ucranio estalle. Así lo acaban de escenificar en Washington el presidente de EE UU y la canciller alemana, Angela Merkel. El primero propone sanciones de mayor calado; la segunda es partidaria de agotar las vías diplomáticas antes de entrar en una guerra comercial abierta con Rusia. La solución no es fácil, máxime cuando la evolución de los hechos muestra que, más allá de las declaraciones de apoyo, Washington y Bruselas no tienen capacidad de respuesta rápida a los movimientos de Putin en Ucrania.

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