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LA PARADOJA Y EL ESTILO
Columna
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Camisa de rayas

Una consecuencia de la corrupción debe ser que necesitas invertir y subrayas que te estás forrando "legalmente". Bárcenas creó un ‘look’ neomafioso, pero con buena calidad

Boris Izaguirre
Luis Bárcenas, con camisa de rayas, a su salida de la Audiencia Nacional el pasado marzo.
Luis Bárcenas, con camisa de rayas, a su salida de la Audiencia Nacional el pasado marzo.ULY MARTÍN

Todo hombre, elegante o no, tiene una prenda fetiche. Y para ese hombre llamado Luis Bárcenas es la camisa de rayas. La llevaba en su última comparecencia ante el juez Ruz, bajo una chaqueta marrón y con corbata burdeos, la típica combinación de un hombre de su educación y nivel… profesional. Lo maravilloso del cambio en la vida de Bárcenas, de tesorero a enemigo público número uno, es que la camisa de rayas es lo único inalterado. Viste perfectamente tanto al senador, al tesorero como al presidiario.

El hombre español mantiene una relación compleja con el vestir. Por un lado lo considera algo tan banal que acepta que sean sus madres y luego sus esposas las que se encarguen de vestirlo. Sin embargo, en el caso de Bárcenas es evidente que optó por crearse una fortuna y un estilo propios. Debe de ser una consecuencia de la corrupción que necesitas invertir y subrayar que te estás forrando “legalmente”. En ese proceso, Bárcenas creó un look neomafioso, pero con buena calidad. Con ese toque europeo al que aspiran tanto los auténticos mafiosos de Nueva Jersey como los de ficción tipo Los Soprano. Lo que permite concluir que una cosa buena de ser un corrupto español es que, si quieres, puedes transformarte en un señor distinguido.

Hay algo de Mario Conde en el aspecto de Luis Bárcenas, aunque se observa cómo un elegante prisionero aprende de los errores de otro. Por ejemplo, el pelo de Bárcenas ostenta un peinado disciplinado e importante, pero sin la engorrosa gomina que tanto fijó el estilo de Conde. Al alejarse de la gomina, se alejó del wet look, y consiguió otro ejercicio crucial de estilo: la creación de volumen capilar elevado a golpe de secador y laca. O sea, un guiño a Tony Manero, el protagonista de Fiebre del sábado noche, el primer heterosexual aferrado a un secador. El cabello de don Luis, tan inalterable como su camisa a rayas, no es un cardado, sino un tupé bicolor con ecos de Bianca Castafiore.

Un tesorero que amasa 50 millones de euros y lleva a su partido al borde de un ataque de nervios es un hombre que marca estilo. Y estudiarlo nos permite entender que la apariencia es esencial para esconder cosas, no solo números, rencillas y manipulaciones, sino la auténtica finalidad de tus actos. Además, se contagia, que es lo que le ha pasado a su esposa, Rosalía Iglesias. A Rosalía ya la hemos visto luciendo segura todas sus marcas favoritas como si fueran escapularios modernos. Pero lo que hay que resaltar del look de los Bárcenas no es tanto que deberían ser considerados como los herederos recientes de Bonnie and Clyde, sino que su estilo supera el clásico nuevo riquismo. Porque no se trata de querer aparentar ser “de toda la vida”, sino de construir un aspecto que sea para toda la vida. Una diferencia que marcan con anteriores corruptos. Ellos no se han corrompido para aplastar sus orígenes, no, se han hecho para crear un estilo de vida. Un armario repleto de camisas de rayas, no finas, en distintas tonalidades. Un armario que, aun con cárcel de por medio, les va a acompañar más allá de la ley, del escarnio público, del regaño de Mariano y María Dolores.

Más allá del fútbol, el presidente del Valencia Club de Fútbol, el atildado señor Soriano, no vistió rayas en su camisa, pero sí en su corbata, cuando declaró que su supuesto secuestro no solo podría estar organizado por su antiguo socio y expresidente, sino que contaba con la ayuda del dueño de un bar cercano a su domicilio. Pese a esa vecindad tan peligrosa, Soriano no tiene miedo ni se va a mudar. Temple, que hace falta en un presidente y también en un vecino, y es que ante tanta locura, alguien tiene que controlar los nervios. Y comprar una camisa de fuerza, de las que se emplearon para contener a muchos enfermos mentales, que también podría ser de rayas para seguir marcando estilo.

Quizá Bárcenas y la clase política las visten para enviarnos ese mensaje: estamos todos locos, pero sabemos lo que queremos. La otra sensación de esta semana, aparte de la confusión de las cajas B del PP con las cajas negras del avión malayo desaparecido en el Índico, ha sido que en muchas editoriales de moda se habla de que viene un tiempo loco, de mucha mezcla, de una enloquecida carrera por ¡alejarse del color negro!, que siempre amenaza con resucitar su dictadura. Y es esa corriente de locura lo que quizá pueda explicar cómo pasaron tantos años con Bárcenas dentro del PP poniendo la inicial de su apellido a cuanta caja se encontrara en sus despachos, siempre protegido por la camisa de rayas y su tupé. Es esa locura lo que nos permite entender el mensaje de las últimas declaraciones de Felipe González, diciendo que “tenemos más depresión que recesión”. Aunque ese diagnóstico fuera acertado, no todo el mundo lo padece de la misma manera. Por ejemplo, Jacqueline de la Vega, más joven que nunca, también ha declarado que tiene “el corazón enloquecido”, aunque evita desvelar el origen de la dulce dolencia, por ahora, que la aleja de la depresión y probablemente también de la recesión. Jacqueline y todos debemos aprender del matrimonio Bárcenas: “¡No sin mis rayas!”.

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