La pesadilla que era realidad
Una noticia confirma que las marranadas que vemos en el programa de Alberto Chicote no son un mal sueño. La Guardia Urbana de Barcelona intervino 764 kilos de alimentos en mal estado en una campaña de inspecciones
Desde que aparecí como comensal en un episodio de Pesadilla en la cocina, muchas personas me preguntan lo mismo: ¿es de verdad? ¿O es todo un montaje? Con santa paciencia les explico que, hasta donde yo vi, sí, es real. El Último Agave existía. Su demencial jefa de sala, conocida como La Cuqui, existía. El tequila que no paraba de beber y la repulsiva familiaridad con la que trataba a los clientes también existieron. No puedo certificar que la rata cuyos restos descansaban en paz en el friegaplatos existiera también, pero, habiendo visto el desmadre que reinaba en aquel local, apostaría a que no fue producto de la imaginación de ningún guionista.
Les cuento esta anecdotilla porque una noticia aparecida en los medios de comunicación esta semana parece confirmar que las marranadas que vemos en el programa de Alberto Chicote no son un mal sueño como su título indica, sino la triste, fría y sucia realidad. La Guardia Urbana de Barcelona intervino 764 kilos de alimentos en mal estado en una campaña de inspecciones que se llevó a cabo durante 10 días de marzo en establecimientos en los que se sirve o se vende comida. Nueve de ellos han sido cerrados.
Por si aún no han sentido una náusea que ni la de Sartre dejando volar su imaginación, les recomiendo que echen un vistazo al vídeo que ha facilitado la Urbana sobre su acción. Pensarán que la Policía Local pirateó la señal de LaSexta un lunes por la noche, porque los fogones putrefactos, las paelleras con socarrat milenario o los congeladores en los que croquetas y otros precocinados esperan ser descubiertos cual mamuts podrían formar parte del atrezo habitual de los tugurios pesadillescos. Les ahorraré la descripción exacta de una bandeja con una masa grumosa de origen y utilidad desconocidos que también aparece en la grabación: se la enseñé a mi perra y ha estado inapetente varios días.
Asumo que más de una lumbrera del mundo de la restauración acusará al Ayuntamiento de “hacer daño al sector” y “transmitir una mala imagen” de la hostelería española al difundir el vídeo. No se rían: es lo mismo que llevan diciendo de Pesadilla en la cocina desde que empezó. Claro que esta reacción es típica de todo el sector alimentario, y se produce cada vez que alguien denuncia la baja calidad media de determinados productos o servicios. ¿Asumir las críticas e intentar mejorar? Nah. Mejor hacer piña y seguir vendiendo la fantasía de que en España, en esto de la comida, to er mundo é güeno.
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