Cultura Obiang
Pese a los meritorios esfuerzos gubernativos, recortando o anulando los fondos para dotación de bibliotecas, se observan cada vez más individuos frecuentando este tipo de establecimientos
Todos los esfuerzos gubernamentales para acabar con la cultura parecen condenados al fracaso. Y no es por falta de imaginación. Ni de huevos. Hay que reconocer que invitar al filólogo y elocuente dictador Teodoro Obiang como conferenciante en la Universidad Española a Distancia y en el Instituto Cervantes en Bruselas es una medida que requiere mucho cuajo. Al mismo tiempo, con menos cortesía, pero mayor coraje, los portavoces gubernamentales han detectado por fin un enemigo público al que llevar al cadalso mediático. Se trata del peligroso actor Willy Toledo, capaz él solo de convocar y arengar a centenares de miles de personas en Madrid, y luego viajar al Caribe y adoctrinar a los hermanos Castro y a Nicolás Maduro. Además, que se sepa, el tal Willy no ha mostrado hasta el momento ningún interés en asistir a las conferencias de Obiang. Habría que ser consecuente y organizarle un simposio a Teodoro en España: a la cultura la hundimos entre todos o no se hunde. Pese a los meritorios esfuerzos gubernativos, recortando o anulando los fondos para dotación de bibliotecas, se observan cada vez más individuos frecuentando este tipo de establecimientos. Creo que se debería traducir y distribuir gratuitamente el libro 20 bonnes raisons d’arreter de lire (20 buenas razones para dejar de leer), de Pierre Ménard. En él se demuestra que leer causa miopía, insomnio, pereza, esnobismo, soledad, locura, tristeza, e incluso mata. Buena prueba es el colofón de Marcel Proust a su gran obra: “Esta noche he puesto la palabra fin. Ahora ya puedo morir”. Otras afirmaciones de Ménard: leer es reaccionario, leer es inútil, leer es un fastidio, y leer es cosa de mujeres. Termina con una frase de Paul Valéry: “Los libros tienen los mismos enemigos que el hombre: el fuego, la humedad, las bestias, el tiempo... y su propio contenido”. Voy a ver si se lo regalo a Obiang, nuestro intelectual de moda.
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