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El acento
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Princesas prisioneras

El cautiverio de cuatro hijas del rey de Arabia Saudí indica que las normas que tienen sometidas a las mujeres en ese país vulneran los derechos humanos

Soledad Calés

Ser hijas de rey y además de país riquísimo que nada en petróleo debería ser, en principio, una gran ventaja en la vida. Y así fue durante un tiempo para las cuatro hijas que el rey Abdalá de Arabia Saudí tuvo con Alanaoud Alfayez, su segunda esposa. En sus primeros años disfrutaron de una vida tan regalada como el resto de la familia Saud. Pero todo cambió para ellas en 2001, cuando el Rey se divorció de su madre y esta abandonó el palacio de Yeddah.

Desde entonces, las cuatro hijas viven en el recinto presidencial sometidas a un régimen de penuria impropio de su rango y, lo que es peor, sin libertad, según han denunciado la madre desde Londres y dos de ellas desde su cautiverio. Sin libertad para decidir por sí mismas sobre su vida,a pesar de ser personas adultas de entre 38 y 42 años, y sin libertad siquiera para salir o entrar de palacio o recibir visitas. Las cuatro princesas son prisioneras del padre y del régimen patriarcal que el Rey representa.

La pregunta es inevitable: si esto les ocurre a las mujeres de la poderosa familia real, que con frecuencia se permite el lujo de romper las férreas normas sociales que rigen en el país, ¿qué no les ocurrirá a las demás mujeres?

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El Rey Abdalá, de 89 años, aparecía como un monarca modernizador: permitió que las mujeres votaran, que pudieran trabajar en ciertas condiciones y hasta creó universidades femeninas. Pero la historia de las princesas cautivas pone en evidencia que en Arabia Saudí sigue rigiendo un sistema legal de tutela que coloca a las mujeres bajo el dominio perpetuo de un hombre, ya sea el marido, el padre o el hermano.

Las mujeres tienen prohibido viajar, contratar, hacer gestiones o negocios e incluso someterse a ciertas operaciones quirúrgicas sin permiso del hombre bajo cuya tutela están. Y si ni siquiera pueden conducir, menos todavía casarse sin permiso o divorciarse. Son los hombres los que se divorcian de ellas.

El cautiverio de las princesas no es solo una triste historia más propia de la Edad Media que del siglo XXI. Es el símbolo de un régimen que tiraniza a las mujeres. Plantea por tanto una cuestión de derechos humanos que interpela a los demás países y que como tal debe ser tratada por la comunidad internacional.

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