Un moreno y una rubia
Aunque la pugna entre Moreno Bonilla y Susana Díaz no pase a los anales de la alta política, puede darnos sus buenos cuartos a las pregoneras
No gano para sustos. Ahora que le estaba cogiendo el tranquillo al jefe de los ojazos, va la cúpula, me lo permuta por otro notable —será por prebostes— y tengo que empezar a hacerle la rosca desde el principio. Mira que a mí no se me caen los anillos, y si se me caen meto la mano hasta el codo en el agujero que haga falta, que dice Bibiana Fernández. Pero una va teniendo una edad equis y no tiene cuerpo para según qué trotes. Con el nivelazo que hay ahí fuera, encima. El jueves estuvo María José Campanario en El hormiguero, y el viernes Rosa Benito canceló su reaparición estelar en Sálvame deluxe a última hora. Ya me contarás si, con tamañas exclusivas en la competencia, puede una fantasear siquiera con apuntarse un tanto con el nuevo. Como que el otro día soñé que Obama me concedía una entrevista en profundidad y me desperté empapada. En sudor, malpensados. Menos mal que era una pesadilla, que si llega a ser cierto, tal y como está el mercado de exquisito, me pego la paliza del siglo empollándome El inglés en 1.000 palabras para luego comerme el curro con potatoes porque el personaje no pasa el filtro.
Así que voy a marcarme objetivos ambiciosos, que para bajar el listón y hacerme un aquí te pillo aquí te mato con Kim Jong-il por Skype siempre hay tiempo. Que se prepare el hombre del momento, ahora no caigo en el nombre, que voy a por él a degüello. Sí, mujer, el tipo al que Rajoy ha señalado para batirse con Susana Díaz en las próximas andaluzas. Ay, lo tengo en la punta de la lengua: el número dos de Ana Mato, la ministra de Sanidad que dijo que “la falta de varón no es un problema médico”, siendo como es la pandemia del siglo XXI. Que sí, que lo conoces seguro: un chicarrón del sur así lustroso, guapetón a la antigua y de pelo más grueso que el humor de Torrente. No, Floriano, no, obsesa, más moreno, ¡eso!: Moreno Bonilla. Por lo visto, han volado cuchillos entre Cospedal y Arenas para colocar a sus peones y ha ganado el favorito del Campeón, valga la redundancia. A mí las guerras intestinas me son inverosímiles, bastante tengo con mis problemas de tránsito. Pero, aunque la pugna entre Moreno y Díaz no pase a los anales de la alta política, puede darnos sus buenos cuartos a las pregoneras.
Un moreno y una rubia sin una cana de tontos, jaquetones ambos, cachorros desde lactantes de sus respectivos partidos, con hambre de gloria atrasada y sin complejos de ERE ni de sobres, dándose estopa de aquí a las autonómicas. Con la cuarta parte, Aaron Sorkin se monta una intriga con mucha tensión sexual resuelta a lo bestia en ventas de carretera entre sus respectivos jefes de campaña, y arrasa en los Grammy. Eso va a ser una lucha en el barro y no los juegos florales de las dos Sorayas en el Congreso. Él, de momento, le ha esputado a ella que usa Andalucía de trampolín a La Moncloa, como si él no fuera un paracaidista lanzado desde allí a salvar su patria chica. Ella, por ahora, se ha hecho la sueca de Triana y no ha mentado a su oponente, como si lo que no se nombra no existiera o existiese. El morbazo está servido. Llamadme petarda, frívola, macromachista, pero donde esté un duelo mixto, que se quite un Rajoy-Rubalcaba en horario de máxima audiencia.
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