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Blogs / Cultura
Del tirador a la ciudad
Coordinado por Anatxu Zabalbeascoa

De la cantera a casa

Anatxu Zabalbeascoa

FOTO: Miel Arquitectos  

El marés es una piedra calcárea hecha fundamentalmente de fósiles marinos. Ha sido el material de la tradición constructiva mallorquina y menorquina, por excelencia, por eso ahora las pedreres (canteras) de las que se obtenía el cantó (los bloques) se han convertido en un paisaje en estas islas. En una de esas canteras abandonadas, la de Son Mosson, junto a la Bahía de Palma, los arquitectos Elodie Grammont (1977) y Miguel Ángel Borrás (1977) –Miel Arquitectos- han devuelto el marés al suelo, reformado en forma de vivienda.

La idea fue aislar la casa del ruido, visual y sonoro, de la zona cercana al aeropuerto donde debían construirla. Por eso, en una parcela de viviendas adosadas “sin alma ni raíces, un cajón desastre fruto del boom turístico de los años 60”, cuentan los arquitectos, levantaron este proyecto que, por un lado recupera un material tradicional (el citado marés), por otro explora la idea tradicional de patio y, finalmente, inventa una casa por zonas para vivirla todo el año. Así, la casa se construye sus propias medianeras para convertirse, con un mismo gesto, en muro, refugio y galería, en garante de la privacidad y en ventana volcada hacia el interior de su patio.

La vivienda es la suma de dos prismas tumbados –que la delimitan- unidos por un porche flexible y diáfano. La vida es introvertida, en el prisma donde están los dormitorios, y funcional, en el que acoge el acceso, el garaje y la cocina. Pero ambos volúmenes se abren en el comedor y arrancan vistas e iluminación a un patio cobijado por la forma en U de la propia arquitectura.

Ese patio es el corazón de la casa y a él se abre un salón comedor desnudo pero equipado con diversos abrigos (persianas, vidrieras, cortinas) para alterar fácilmente la relación entre el interior y el exterior.

Los proyectistas de Miel Arquitectos dicen que “han buscado que la austeridad matérica redunde en riqueza formal”. Es un riesgo hacer que una vivienda hable, y lo es más hacerlo con un material con poca dureza, muy erosionable, y con gran capacidad de absorción de humedad como es el marés. Vacunado contra todo ese deterioro y desgaste, es cierto que esta piedra legendaria habla. Y aquí, combinada con vierteaguas de acero corten, dibuja el rostro sin maquillar de esta casa.

Coste, según arquitectos: 1.550 euros por metro cuadrado. 

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