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África No es un paísÁfrica No es un país
Coordinado por Lola Huete Machado

Buscando a Penélope

José Naranjo

Fotograma del documental Los hilos de Penélope. / Foto: Colectivo Circes

Año 2002. La crisis no había aún asomado el hocico. En toda España, miles de inmigrantes protagonizaban manifestaciones y encierros reclamando papeles para todos. En Barcelona, Raquel García, Alessandra Caporale y Eva Cruells, a través de la Asociación Cornellá sin Fronteras, entran en contacto con la realidad de un grupo de jóvenes marroquíes y se implican en su lucha. A partir de ahí, en 2007, surge la idea de grabar un documental sobre la otra cara de la inmigración, la de las mujeres que se han quedado en los pueblos sin sus maridos o hijos. Y, con este propósito, entre agosto y octubre de 2008 se instalan en Achich, un pueblo tradicional de cultura amazigh enclavado en el suroeste de Marruecos. El resultado, imprevisible, honesto y que invita a la reflexión, se llama Los hilos de Penélope.

Raquel, Eva y Alessandra, unidas en el Colectivo Circes, querían saber cómo era la vida de esas mujeres que habían permanecido en los pueblos de origen, “averiguar si, aun siendo dolorosa, esa ausencia de los hombres podía ser un motor para la emancipación. Conocía a los Ulises, pero quería conocer a las Penélopes”, asegura Raquel García, en referencia al poema de Homero en el que Ulises parte a la guerra de Troya y su mujer, Penélope, le espera tejiendo y destejiendo un sudario para alejar a sus pretendientes. En este caso, los migrantes con los que habían trabado contacto eran marroquíes y, tras una encuesta entre ellos, escogen la provincia de Er-Rachidía, de origen mayoritariamente bereber, para llevar a cabo su proyecto.

Durante el rodaje en Achich, Eva Cruells. / Foto: Colectivo Circes

Su primer contacto con la zona tuvo lugar en agosto de 2007, “un viaje iniciático en el que con una cámara doméstica fuimos de pueblo en pueblo de la mano de nuestros amigos. La hospitalidad amazigh es increíble, así que fue muy fácil introducirnos en las casas y en su cultura. El último pueblo que visitamos fue Achich, donde nos encontramos una reunión de las mujeres del pueblo que querían montar algo para trabajar y no depender del dinero de las remesas que les enviaban los hombres. Querían coser y tejer. Habíamos encontrado a las Penélopes”, recuerda García Muñoz.

Tras una breve estancia en mayo de 2008 para hacer las localizaciones y contactar a los protagonistas del documental, finalmente Raquel, Eva y Alessandra se instalan en Achich en agosto de ese mismo año. Pero pronto las cosas dieron un giro inesperado. Las mujeres de Achich habían pedido al colectivo Circes que les echaran una mano con el proyecto de la cooperativa de costura, lo que hizo que surgiera de inmediato el dilema de “nos piden ayuda, pero nosotros no somos una ONG”. Sin embargo, aceptaron colaborar lo que introdujo un elemento de tensión y conflicto en el pueblo de consecuencias inesperadas: la presencia de tres mujeres “solteras, ateas y europeas” interviniendo en “una sociedad donde tradición y religión se unen para ejercer un control muy fuerte sobre las mujeres”, según las autoras de este trabajo.

Jungado a las damas en Achich. / Foto: Colectivo Circes.

El documental, producido por Aurea Documentary, se adentra con honestidad en el debate acerca del papel que deben jugar los comunicadores en ciertas situaciones (¿qué hacer?, ¿seguir siendo meros observadores pese a la petición de ayuda?, ¿hay que mantener siempre la distancia y la política de no intervenir o, por el contrario, hay valores que están por encima de todo eso como el de la solidaridad?) y se convierte así en un trabajo artístico, pero también de investigación-acción. En este sentido, Raquel, Eva y Alejandra transmutan su rol y se convierten en coprotagonistas del propio documental, pero a la vez del proceso de cambio que se estaba gestando en Achich. El resultado es, cuando menos, interesante.

“Cada día encontrábamos un impedimento que nos hacía pensar que el documental no se realizaría”, evoca Raquel, “también las mujeres de Achich encontraban trabas continuamente para realizar su proyecto”. La principal resistencia procedía de los ancianos del pueblo y de sus órganos de gobierno que veían con desconfianza la irrupción del colectivo Circes y la organización de las mujeres por sí mismas. La tensión fue en aumento y desembocó en amenazas y presiones intolerables. “No conocer una lengua ni los códigos culturales te relega a una posición muy dependiente. Nunca sabes realmente qué está ocurriendo, sólo intuyes. El día que dijeron a Aicha, la mujer que nos alquilaba la planta baja de su casa, que nos teníamos que ir y que si no la denunciarían, nos sentimos todas amenazadas”, añade.

Fotograma con Raquel, Eva y Alessandra en una reunión. / Colectivo Circes.

Las reuniones de las mujeres se celebraban en casa de una de ellas hasta que las presiones de los ancianos la hicieron desistir. Entonces la casa del colectivo se convierte en la sede de dichos encuentros, que en ocasiones se llevan a cabo de manera casi clandestina por miedo. Una noche, diez hombres fueron hasta allí y les dijeron que tenían que irse. En ese momento, Karima, la traductora que procedía de un pueblo cercano y que había asumido un papel principal en el documental al implicarse en la organización de las mujeres de Achich, responde a la pregunta de “¿y ahora qué harán las mujeres?” con un significativo “pararlo todo, dejar de soñar y volver al campo”. Nada resume mejor la sensación de decepción y fracaso que tenían todas en ese instante.

Sin embargo, el final es bastante más abierto. No todo salió mal. Raquel, Eva y Alessandra se fueron del pueblo y, con el tiempo, las elecciones dieron nuevos representantes en los órganos de gobierno locales, “más dispuestos a ceder espacios de autonomía a las mujeres”, lo que reactivó el proyecto de cooperativa. Desde Barcelona, el colectivo Circes promovió la recogida de máquinas de coser. “Tuvimos mucho éxito, conseguimos veinte máquinas. Una pareja de Girona se ofreció a revisarlas y repararlas si fuera necesario. E Idir, quien narra su llegada en patera al inicio del documental, nuestro Ulises, llevó las máquinas a Achich con su furgoneta”.

Los problemas, claro está, no habían desaparecido del todo, pero, según explica Raquel García, “las mujeres habían dado el paso más importante que es organizarse colectivamente y alzar su voz para hacer valer sus necesidades delante de toda la comunidad. Esa semilla está plantada y, como toda semilla, debe ser regada con agua para crecer”. Y de momento, el documental, un trabajo muy diferente al que habían diseñado en un principio y que cambió, creció y evolucionó en el terreno, una aproximación atrevida pero a la vez reflexiva a las complejidades de una pequeña sociedad rural, queda como testimonio de esos procesos de cambio en los que todos deben participar y no quedar como meros espectadores. ¿O no?

Comentarios

Gracias por un trabajo siempre de muy buena calidad.
Felicidades por un documental que nos acerca a la experiencia humana de la migración desde los dos lados de la frontera.
Gracias por un trabajo siempre de muy buena calidad.
Felicidades por un documental que nos acerca a la experiencia humana de la migración desde los dos lados de la frontera.

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Sobre la firma

José Naranjo
Colaborador de EL PAÍS en África occidental, reside en Senegal desde 2011. Ha cubierto la guerra de Malí, las epidemias de ébola en Guinea, Sierra Leona, Liberia y Congo, el terrorismo en el Sahel y las rutas migratorias africanas. Sus últimos libros son 'Los Invisibles de Kolda' (Península, 2009) y 'El río que desafía al desierto' (Azulia, 2019).

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