_
_
_
_
África No es un paísÁfrica No es un país
Coordinado por Lola Huete Machado

La lucha continúa en 'la bella durmiente'

Itumeleng sube las escaleras y abre la puerta de Keleketla justo antes de que la tormenta arrecie y deje las calles de Johannesburgo vacías hasta que pasen las nubes que en el verano dejan casi con toda seguridad lluvia diaria. La niña tiene ocho años y acostumbra a estar unas horas en esta biblioteca que en febrero de 2008 abrió las puertas, en uno de los edificios medio ruinosos declarados Patrimonio Nacional del centro histórico de la capital. Se sienta en una butaca con un libro en la mano de un nivel inferior al que requiere su edad y lee murmurando en voz baja los infantiles diálogos. Como ella, hay 700 menores con el carnet de la biblioteca.

“Hoy no vendrán niños”, vaticina Lot Kafesu, el responsable de Keleketla, una expresión que en idioma sepedi equivale a “estamos atentos a la historia que nos cuentas”. Media hora antes de que cierre la puerta no hay críos a la vista e Itumeleng ha aprovechado un rayo de sol para irse a su casa antes de que anochezca. Sin clientela que atender, Kafesu revisa los nuevos libros que le han llegado, procedentes de donaciones.

Keleketla es uno de los cuatro proyectos sociales refugiados en el Drill Hall, el edificio en que Nelson Mandela y otros 156 activistas contra el apartheid fueron juzgados entre 1956 i 1961 por alta traición, aunque la mayoría quedaron absueltos. No hay señal alguna que rememore la fuerza de unos luchadores por la libertad y dignidad de un pueblo, más allá del "We stand by our leaders” (Apoyamos a nuestros líderes), el lema de centenares de manifestantes que desafiaron a los policías del régimen para apoyar a los procesados y que luce en la fachada desde la democracia.

Apoyo a los activistas antiapartheid juzgados, en una imagen de 1956. Eli Weinberg. Times Media Collection, Museum Africa, Johannesburg

Nada más. El edificio se quemó,y acogió una temporada a familias sin hogar, hasta que el ayuntamiento las desalojó y convirtió el viejo hall en una gran plaza dura, rodeada de altos edificios en donde se alojan okupas por necesidad y no por ideología libertaria. Sin embargo, el espíritu de luchadores contra el régimen supremacista blanco sigue ahí, en una forma moderna de lucha y de reivindicación.

Aspecto actual del historico edificio, en el viejocentro de Johannesburgo Marta Rodríguez

“Al recinto le llamamos la Bella Durmiente porque tiene muchas posibilidades y esperamos que venga un príncipe a despertarlo”. Quien así habla es Malose Malahlela, artista sonoro, cofundador de Keleketla y defensor a ultranza de limpiar esta parte de la ciudad deteriorada pero sin perder la esencia ni la vida en las calles.

Malahlela ideó Keleketla a partir de su colaboración con otra asociación artística llamada Joubert Park Project cuando era un estudiante llegado a la ciudad. La entidad también se encarga de la gestión del Drill Hall y se centra en el binomio arte y barrio y, como Kalekhetla, tiene un programa con artistas residentes, a los que aloja a cambio de compartir conocimientos y trabajo con menores.

Cuando la organización se trasladó a un local próximo, cedió su espacio a Malahlela y Rangoato Hlasane para que hicieran crecer su propio proyecto educativo y social. El objetivo lo tenían claro, que los niños del barrio aprendieran a través “del arte, los medios de comunicación y la literatura”, explica el primero.

Así, en estos años, a la biblioteca han ido añadiendo un programa de danza y de dibujo y pintura y un taller en contra de la xenofobia o de memoria histórica, en el que incluso han editado un libreto, sobre, precisamente el llamado juicio de la Traición.

El bibliotecario Lot Kafesu sonríe en un día de poco trabajoa causa de la intensa lluvia Marta Rodríguez

Keleketla se basa en “el trabajo en red”, explica el padre de la idea, por eso ceden espacios a artistas que tienen en las grandes salas del edificio un sitio para crear, a cambio de un “compromiso con el barrio y los niños”. El centro de Johannesburgo no tiene puntos culturales, ni cine, ni tan siquiera espacios adaptados para organizar espectáculos. Así, el Drill Hall es un oasis en un desierto, aunque falten cristales en las ventanas y el Ayuntamiento no invierta nada y lo tenga completamente olvidado, a pesar de ser un edificio catalogado como histórico.

Hay otros inquilinos, con la filosofía de resistir y mejorar las condiciones de vida de los vecinos del viejo Johannesburgo: Joburg Children Welfare (Protección de la Infancia de Johannesburgo), Times for Change (Tiempo para el cambio) y The Green Office (La Oficina Verde). Estos últimos son una asociación no lucrativa que se define como panafricanista, liderada por el poeta rastafari Zolani Prince Shapiro. En junio inauguraron en el mismo recinto una exposición que conmemora el centenario de la ley que permitió arrebatar la tierra a los negros para dársela a agricultores blancos y ahí siguen, a pesar de que la muestra expiraba en junio. "Nos vamos a quedar aquí para trabajar en el barrio", advierte Menzi Mbonami, natural de Malawi.

Los zapatos con plantas representan la importancia de la tierrapara los africanos. Marta Rodríguez

“África está viva y todos somos hermanos”, reivindica el fotógrafo mozambiqueño Alpheus Mabuza, miembro de esta particular oficina que pretende crear en este espacio abandonado por las instituciones un jardín con las plantas más diversas que se crían en el continente para explicar la estrecha relación que existe entre la tierra y los africanos. Han creado esculturas vegetales y plantado semillas en los más variopintos tipos de calzados y recipientes improvisados que encuentran en la calle, como una metáfora de los problemas y beneficios que crean la ocupación del espacio natural. O como la necesidad de reutilizar y reciclar.

En este viejo Drill Hall encuentran significado a lo que quieren expresar porque en el juicio a Mandela y sus camaradas se juzgaba también la expresión de un pueblo que no quería arrodillarse. A luta continua”, dice Mabuza citando el grito anticolonialista mozambiqueño de los 70.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_