El día que intenté hacer la mayor tontería del mundo
@NYCONLY
El ser humano ha demostrado de sobra ser el más inteligente de la Creación. Ahí están inventos como la penicilina, el Candy Crush y el programa “Quién quiere casarse con mi madre” para demostrarlo. Pero a veces comete estupideces tan sonoras que uno pone en duda si Darwin y la teoría de la evolución no estarán equivocados. Por ejemplo: intentar meterse millón y medio de personas a la vez en un palmo de terreno para ver bajar una bolita, como ocurre cada Nochevieja en Times Square, en Nueva York.
Me explico para quien no sepa de qué se trata: igual que cada ciudad del mundo, la Gran Manzana tiene un lugar icono para celebrar el fin de año, la plaza de Times Square, que en realidad no es una plaza sino un cruce de calles: la 7ª Avenida con la Avenida Broadway y la calle 42. Así grosso modo calculo yo que tendrá la misma superficie que la era del tío Ambrosio en la que se celebraba la verbena del pueblo donde nació mi madre. Hace ya unos años a un listo se le ocurrió montar una bola de cristal sobre un vástago en lo alto de una fachada para que descendiera durante los últimos segundos de cada año y que así la peña pudiera celebrar las campanadas en una ciudad donde no hay campanas.
El problema es que como en este país todo es hiperbólico, a la fiesta acude más de un millón de personas y claro, ni poniéndolas tumbadas y contrapeadas habría forma humana de que entraran en ese reducido espacio. La gente se va a las tres de la tarde para coger sitio, es decir, se pegan una espera de nueve horas de pie y a diez grados bajo cero. Está prohibido entrar con alcohol (que haría más llevadera la espera, no nos engañemos) y rige la ley de “el que se fue a Sevilla, perdió su silla”, porque una vez que entras si sales para ir al baño olvídate de tu hueco. Así que algunos se van… “con pañales”.
La marabunta se mueve como poseída por la niña del exorcista tratando de entrar, chocando unos con otros. La policía corta todas las vías de acceso a la plaza menos la calle 52, pero como buena policía, en vez de ayudar complica más el asunto formando con sus barreras metálicas unas peloteras de gente que quiere ir de un sitio para otro que ríete tú de la evacuación de Saigón.
Y todo para que después de estar ocho horas más apretado que los tornillos de un submarino y más congelado que un Frigodedo veas bajar la jodida bolita mientras caen confetis, te des un beso con tu vecino diciéndole “japiniullear” y te vayas a tu casa con la sensación de que te han tomado el pelo. Porque estos sosos de los neoyorquinos ni las uvas se toman.
Como diría el amigo Obelix: “están locos estos romanos” .
Plan B: si queréis que os dé mi opinión, a no ser que tengáis alguna modificación cromosómica que os incite al masoquismo ni se os ocurra intentar la tontuna de ir a Times Square. Haced como hice yo con los amigos que me acompañan estos días en Nueva York: compraos una botella de champán y doce uvas en un Deli, iros al puente de Brooklyn, donde hay unas impresionantes vistas del skyline iluminado de Nueva York (eso sí, abrigados como para conquistar el Polo Norte con Amundsen, que allí en medio corre una brisa que constiparía a los pingüinos) y festejar la entrada del año viendo los fuegos artificiales sobre la estatua de la Libertad. Sin apreturas ni pañales. Me agradeceréis el consejo el resto de vuestra vida.
¡Feliz año 2014!
Comentarios
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.