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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Aborto y fornicación

Escribo con un profundo sentimiento de indignación ante al anuncio de la nueva ley que regulará el aborto. No solo por los problemas reales que esta futura ley puede suponer para miles de mujeres, sino porque una vez más la Iglesia católica de este país intenta imponer sus reglas morales a todos los españoles, por la gracia esta vez del otrora “centrado” Alberto Ruiz-Gallardón.

</CL>La nueva ley basa su argumentación en que se equiparan los derechos constitucionales de un feto con los de un niño nacido, lo que implica que la vida del feto debe ser protegida como lo es la de un niño nacido, por encima del derecho a decidir de la madre. Si bien me cuesta pensar en un feto de pocas semanas como en un ser humano con derechos constitucionales (por eso creo en una ley de plazos basada en criterios científicos y no morales) este podría ser un argumento válido. Pero es a todas luces un argumento falso. Sostengo que lo que hay detrás de esta ley es imponer la norma de moral católica por la que se considera pecado mantener relaciones sexuales si no es con objetivos reproductivos.

En la futura ley de Gallardón, uno de los supuestos en los que la madre puede decidir interrumpir el embarazo es en caso de violación. ¿Pero no habíamos equiparado los derechos del feto con los de un niño nacido? ¿Quiere esto decir que un niño fruto de una violación no tiene derecho a la vida? Evidentemente, no. El motivo por el que a una madre violada se le permite abortar es porque a, diferencia de otros casos, no ha cometido “pecado de fornicación”, sino que ha sido víctima de una violación. Es decir, no “tiene culpa”, por lo que le conceden “la gracia” de poder decidir sobre su embarazo.

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Señor Gallardón, señores defensores de la moral católica: respeto profundamente sus normas morales. No aborten, no forniquen, pero por favor, déjennos a los demás en paz.— Ramón Fernández Sestelo. Ponteareas, Pontevedra.

Leo sobre el argumento de que la nueva ley del aborto se pondrá en vigor para dar cumplimiento al compromiso electoral del partido en el Gobierno. Es encomiable ese celo en cumplir lo que se promete, algo tan raro cuando debería ser lo normal, pero me gustaría que esa voluntad de cumplir el compromiso se ampliara a la bajada de impuestos, al crecimiento económico, a la creación de empleo, a la transparencia, a la conciliación, a la igualdad, a la lucha contra la corrupción, a una política exterior creíble y eficaz, al diálogo con el resto de fuerzas políticas, a incrementar las políticas sociales, a mejorar la educación y la sanidad sin encarecerlas, a no alterar la independencia de la justicia, y a obligaciones constitucionales aunque no estuvieran en su programa, como es el derecho a una vivienda digna.

Porque, de no ser así, esta ley, que es inequívocamente regresiva, que deja en vía muerta la senda de país moderno y en el que cabemos todos que se había trazado, es un síntoma de la prepotencia totalitaria con la que se gobierna, y es, por ello, una falta de respeto a los muchos ciudadanos que estamos en desacuerdo con estas políticas, que es posible que sumemos un mayor número de ciudadanos que el de votantes que les dieron la mayoría, aunque electoralmente no tuviera reflejo por aquello de esta ley electoral tan obsoleta como injusta.— Dionisio Rodríguez Castro. Villaviciosa de Odón, Madrid.

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