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Paseando a ‘Mrs Thatcher’

Denis Oliver, quien fue chófer de la Dama de Hierro durante 14 años y coincidía con ella en muchos asuntos, recuerda a su jefa con afecto

Margareth Thatcher, en una imagen de octubre de 1976
Margareth Thatcher, en una imagen de octubre de 1976CORDON PRESS

Nos conocimos durante más de 40 años. Yo era conductor de un ministerio antes de que Margaret llegara a la Cámara de los Comunes, y la llevé a menudo en distintas etapas de su carrera. No éramos unos extraños, por así decir.

Nos llevábamos realmente bien. En política, teníamos opiniones muy similares. Yo siempre he sido, no exactamente antieuropeo, pero sí contrario al mercado común. Hablábamos en el coche y ella siempre prestaba atención. Si yo tenía alguna información que había oído en la radio y se le había escapado a ella, solía contársela. Estábamos en la misma onda.

Había una sola cosa en la que no estábamos de acuerdo: el impuesto per cápita (poll tax). Cuando lo sugirió, al principio, pensé que no iba a funcionar. Que iba a molestar a un montón de gente, en concreto a mí mismo. Por aquel entonces yo tenía dos hijos en casa, y mis impuestos pasaron de unas 800 libras al año a alrededor de 2.000 libras. Ella decía: “Pero si es una cosa muy justa”, y usaba el ejemplo de la anciana con un cubo de basura que pagaba menos que la familia de al lado con cinco cubos de basura. “Es lo justo”. Y yo respondía: “Piense en el marqués de Bath, que tiene esa finca tan enorme y paga lo mismo que yo”. Eso la hacía detenerse un poco, el coche se quedaba en silencio cuando se lo decía.

Lo que no tenía era sentido del humor. Creo que no sabía ni lo que era. Uno intentaba contarle un chiste, normalmente un chiste político, y al final ella preguntaba: “¿Pero por qué ha hecho eso…?”, y se cargaba el chiste. A veces soltaba alguna risita. Una vez le conté una cosa que le había dicho Geoffrey Howe a su chófer en una ocasión que iban a recibir a Hastings Banda, que llegaba en avión desde Malaui. Banda ocupaba todos los cargos en su país, y Geoffrey Howe dijo: “Es una banda de un solo miembro”. Con eso ella sí se rió un poco. Dijo: “¡Oh, ja, ja, qué divertido!” Pero no pasó de ahí. Era una mujer muy seria.

Cuando estalló la bomba en la conferencia del partido en Brighton, yo fui el primero en llegar al lugar. Eran poco más de las dos de la mañana y acababa de volver a mi habitación, que estaba unos pisos por encima de la suya, en el Grand Hotel. Oí cómo se hacían añicos las ventanas y las puertas se reventaron. Bajé corriendo a la habitación de lady Thatcher. Me encontré con ella y [el secretario de Estado] Robin Butler guardando todas las cosas en una caja roja, porque habían estado repasando los papeles antes de su discurso. Todavía llevaba el vestido de gala. Le pregunté: “¿Está bien, señora?” Y me contestó: “Si, por supuesto. Me sorprende que no haya pasado nunca hasta ahora”. ¡Qué comentario!

Seguí siendo su conductor durante ocho años después de que dejara de ser primera ministra. Continuó como diputada una temporada y después pasó a la Cámara de los Lores. En los últimos tiempos, iba a verla de vez en cuando. Siempre se alegraba de ver a alguien. Al final estaba muy sola. Era un poco triste. Nunca tuvo un montón de amigos. Tenía los de toda la vida --su antiguo asesor Robin Harris, su secretario de prensa Bernard Ingham--, pero no tenía una relación muy estrecha con su familia.

No la veía desde Navidades. Iba a ir a visitarla en abril, pero justo antes falleció. Qué pena. Pero nos lo pasamos bien durante muchos años.Yo disfruté. Llevar a Lady Thatcher fue una buena forma de cerrar mi carrera.

© Guardian News & Media 2013.

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