El Mandela que yo conocí

Esta entrada ha sido escrita por Sónia Mocumbi, hija del exprimer ministro de Mozambique Pascoal Mocumbi.

Nací en el seno del Frelimo (Frente de Liberación de Mozambique) en un Mozambique independiente, donde mis padres, Adelina y Pascoal Mocumbi, anteponiendo la causa de su país a sus vidas, lograron junto a otros compañeros un país libre de discriminaciones raciales y sociales. De ellos bebí hasta lo más profundo de mi alma el fervor de este movimiento de liberación y la esperanza de construir una sociedad mejor para todos. El mismo fervor y esperanza que han vivido la mayor parte de los movimientos de liberación africanos incluyendo el ANC de Nelson Mandela.

Mandela fue desde mi infancia un icono, un mito, un símbolo de tenacidad y persistencia, leal a sus convicciones y que podría haber sido el súper héroe de una leyenda africana. En su primer viaje a Mozambique después de su liberación, descubrí que era real, de carne y hueso y con un alma gigante. Agarrada a mi padre, a quién había suplicado que me llevara con él, lo vi y lo abracé por primera vez. Me quedé fascinada por el aura que emanaba, la simplicidad y la cercanía. Mi admiración y respeto por él no hicieron más que aumentar a lo largo de los años.

Hoy me domina la inquietud de saber cómo será el África de mañana, quiénes serán nuestros líderes y guías, los que antepondrán el bienestar de los demás a sus propios intereses como lo hicieron Josina Machel, Samora Machel, Kenneth Kaunda, Julius Nyerere o Nelson Mandela.