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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

‘A qué llamamos franquismo’

En referencia a la tribuna de Ignacio Sotelo del pasado 30 de noviembre, ya sabemos que la Transición no fue una ruptura, pero tampoco una continuidad con el pasado, fue un pacto cuyos frutos vale la pena valorar más ajustadamente en tiempo y contexto, sin atribuirle defectos posteriores. La degeneración de la política y de las instituciones democráticas que padecemos ahora no arrancan del pacto de la Transición (que fue bastante más equilibrado de lo que dice), sino de procesos posteriores de los que son responsables en efecto, líderes, instituciones, medios de comunicación y buena parte de la sociedad civil en sus diversas expresiones, por tolerancia o complicidad activa o pasiva.

Aunque los “hábitos” y comportamientos individuales y colectivos se transforman muy lentamente y perviven más allá de las apariencias y de los cambios políticos, el peso del franquismo no es tanto como dice Sotelo. Desde luego la influencia de la Iglesia y de la religión católica en la sociedad española actual, no es en absoluto comparable a la del tiempo del franquismo.

Se comprende el profundo disgusto y hasta la rabia y la ira por la frustración que supone contemplar el constante deterioro de la política y la democracia. Es comprensible la autocrítica y crítica a la deriva neoliberal del PSOE en sus políticas económicas y sociales. Pero de todo ello no tiene culpa la Transición ni las supuestas pervivencias del franquismo. Algunos de los vicios que denuncia Sotelo son muy anteriores al franquismo, y su reproducción actual en la vida pública responsabilidad de muchos.— Feliciano Montero García. Historiador de la Universidad de Alcalá,

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