Seguridad, ¿de quién?
Se ha aprobado por fin la Ley de la Seguridad Ciudadana. A partir de ahora me multarán fuertemente si mis quejas no siguen los procedimientos estipulados precisamente para que tengan poca repercusión. Previsiblemente pronto elaborarán otra ley que consiga que cuando me una a una huelga, esta no tenga ningún efecto sobre la sociedad y sea, de esta manera, inútil también.
No me gusta insultar y, que yo recuerde, en ninguna de mis participaciones en protestas y manifestaciones he cedido a la tentación de agraviar a las Fuerzas del Orden. Ni siquiera cuando me han pegado con sus porras o me han arrastrado fuera de la calzada. Por ese lado no es probable que me pillen. En una ocasión, sin embargo, en la que estaba haciendo una sentada pacífica frente a la sede de Recursos Humanos de Enseñanza de la Comunidad de Madrid (soy profesor de secundaria), un compañero funcionario perteneciente a dichos Cuerpos de Seguridad me empezó a clavar con fuerza la rodilla en un costado, con la sana intención de que el dolor me indujera a deponer mi actitud.
Le pedí a un amigo que utilizara su móvil para grabar la agresión de la que estaba siendo objeto y, como consecuencia, el policía aflojó la presión. Estuvimos sentados y coreando eslóganes cinco o seis horas y, finalmente, nos marchamos a casa.
Si ahora mi compañero grabara la escena con su móvil le podrían multar con 30.000 euros, y eso gracias a que han rebajado la cuantía de la multa. Juzguen ustedes mismos.— Juan Iribas Pérez-Muñoz. Moralzarzal, Madrid.
Mientras que los políticos corruptos, banqueros y directores condenados por fraude, se benefician de la impunidad, las personas que se manifiestan contra las medidas de austeridad se enfrentan a multas que no pueden permitirse el lujo de pagar.
No habría manifestaciones si no hubiera corrupción y fraude por parte de la élite y con una sociedad más justa.— Peter Fieldman. Madrid.
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