Violadores en la calle: 'dejà vu'
Desde que el Tribunal de Estrasburgo anuló la doctrina Parot flota en el ambiente una sensación de dejà vu, como si la sociedad española hubiera vuelto de golpe a los años 90. Las noticias de excarcelaciones de violadores y agresores como el violador del ascensor o el loco del chándal y la posible próxima puesta en libertad de Miquel Ricart, único condenado por el triple crimen de las niñas de Alcasser, está resucitando la alarma social que se forjó en todo el país hace dos décadas.
Los que tengan memoria de aquellos años recordarán el tratamiento informativo que se le daba a muchos de aquellos sucesos, en muchas ocasiones pasando de la información a lo macabro en un abrir y cerrar de ojos. Fueron años complicados para ser mujer. Especialmente tras el crimen de Alcasser, la alarma social se podía sentir como algo físico. A la puerta de los colegios los padres iban cada día a recoger a sus hijas, a muchas preadolescentes les prohibieron salir solas a la calle hasta que la policía no hubiera detenido a los culpables. En todas las localidades corrían rumores, bulos de la de la cercanía de Antonio Anglés, fugado de la justicia y supuestamente fallecido, como se supo años después. Anglés era visto todos los días en todas partes aunque nadie sabía quién le había visto en realidad.
Cada noche esa alarma se alimentaba desde la televisión, frente a la que los españoles se sentaban, entre horrorizados y curiosos, sabiéndose en peligro, inseguros ante tanto delincuente sexual que poco a poco las fuerzas de seguridad fueron retirando de la circulación.
Ahora, más de dos décadas después, esos nombres vuelven a las noticias. Y con ellos vuelven los rumores, los bulos, los temores. Y ahora la potencia de las redes sociales multiplica por mil la repercusión de cada rumor.
Uno abre su muro de Facebook y se encuentra con esas fotos de los condenados, con esas informaciones surgidas de la niebla y el miedo pero incontrastables. La Guardia Civil ha llegado a emitir comunicados negando la presencia de algunos de estos violadores por ciertas zonas.
Pero en la calle se empieza a notar otra vez esa sensación de angustia. El pasado fin de semana en una capital de provincia una joven volvía a casa de madrugada. Las calles estaban desiertas. De repente, en una esquina, una mujer de unos 50 años le llama la atención:
-“Perdona, ¿hacia dónde vas?”-.
-“A la calle Real”-.
-“¿Te importa que vaya contigo? Es que con toda la gentuza que están sacando de la cárcel a una le da miedo hasta salir a la calle”-.
Anécdotas como estas son las que generan el dejà vu. No es la única que he oído en los últimos días. Y los medios de comunicación deberíamos ser más responsables que la última vez. Informar no es alertar. El ambiente de miedo que vivió este país a mediados de los años 90 ha marcado una generación de mujeres. Mujeres que aprendieron pronto a no subirse a un coche con desconocidos, a desconfiar de las pisadas a sus espaldas en calles desiertas y a ver el miedo en los ojos de sus padres.
Ahora las víctimas de aquellos terribles sucesos vuelven a sentirse inseguras al pisar la calle, vuelven a revivir los hechos. Su temor es comprensible, pero no debemos sumir a una sociedad entera en el recelo, o el dejà vu terminará por atraparnos. No podemos permitir tener una nueva generación marcada por el miedo, de niñas que tengan que dormir durante meses con la luz encendida por el temor que respiran a su alrededor.
Imagen: Pedro Luis Gallego, el violador del ascensor, a la salida de la cárcel. / Luca Piergiovanni(EFE)
Comentarios
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.