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Abdalá y Rania respiran aliviados

Los Reyes de Jordania se sienten libres de la presión de la primavera árabe

Los Reyes de Jordania.
Los Reyes de Jordania.REUTERS

A los monarcas se les ve aliviados, libres de la circunspección de meses pasados, cuando la primavera árabe parecía barrerlo todo, especialmente los regímenes más arraigados. Hoy, vuelven com esmero a sus regias labores. Él, a anunciar reformas y a lidiar con la crisis de los refugiados sirios. Ella, a dejar que en sus viajes por el mundo su belleza y elegancia eclipsen ligeramente sus propios discursos en defensa de una revolución educativa y ecológica. Criticar a la familia real en Jordania sigue siendo una ofensa, conocida como “alargar la lengua”, sujeta a una pena máxima de hasta tres años de prisión. Da igual. Visto el frustrado avance del islamismo en Egipto y la cruenta sangría de Siria, pocas ganas de criticar a la familia real quedan en el reino hachemita.

Nadie grita ya en las manifestaciones, cada vez más magras, el nombre del príncipe Hamza. Hace un año algunos jordanos insatisfechos con Abdalá II se atrevían a soñar en voz alta con la ascensión al trono del hermanastro en la sombra, el hijo mayor de la reina Noor. Al fin y al cabo él había sido el favorito de su padre, según confesó este en su lecho de muerte. “Hamza, que Dios le de larga vida, ha sufrido envidias desde la niñez porque es cercano a mí”, escribió en una misiva a su hermano. “Me ha conmovido su entrega al país, integridad y magnanimidad”.

Aquella carta cambió los designios de Jordania. Hussein depuso al príncipe heredero, su hermano Hassan, y le sustituyó por su hijo mayor, Abdalá, nacido de la segunda de sus cuatro esposas. Lo eligió no por predilección sino por ajustarse a las exigencias de la ley jordana: el primogénito es heredero. Abdalá, a quien su padre no elogió tan profusamente en aquella carta, acabó rey en 1999 y, como su propio hijo tenía sólo cuatro años, eligió a su hermanastro Hamza como príncipe heredero. Lo relevaría en 2004 a favor de su hijo.

En 2011 los vendavales de la primavera árabe llegaron a Jordania convertidos en ventiscas. Provocaron manifestaciones desiguales, con disturbios y tres fallecidos. Su momento álgido llegó hace un año, coincidiendo con el anuncio de aumento del precio de la gasolina y el aceite. Junto a una amalgama de opositores islamistas y seculares, un reducido grupo comenzó a gritar el nombre del hermanastro real: “Que vuelva Hamza”. El periodista Alaa Fazaa fue detenido por atreverse a pedir que recuperara el título de príncipe heredero.

Rania dio un paso atrás cuando comenzaron las protestas. Su estilo de vida fue objeto de críticas opositoras. En 2011, 36 líderes tribales jordanos enviaron a palacio una carta en la que le acusaban de “corrupción, robar dinero y manipular para avanzar su imagen pública”. No era sólo por fastos como la lujosa celebración de su 40 cumpleaños en el exótico desierto del Wadi Rum, sino también el hecho de que la reina es de origen palestino.

El palacio real de Ammán es un lugar de orígenes complejos. El rey, de madre británica, habla mejor inglés que árabe. Noor, última esposa de su padre, nació en Estados Unidos. Y Rania es hija de refugiados palestinos en Kuwait. Los líderes tribales le criticaban a la actual reina en su carta el haber mediado para conceder la nacionalidad jordana a 78.000 refugiados palestinos. Ya hay dos millones de ellos en el reino, de 6,3 millones de habitantes, y lo último que quieren los líderes tribales es perder en el reparto demográfico.

Rania se recluyó en palacio y cuando apareció lo hizo vestida de oscuro y con sencillez, el cabello a veces cubierto. Su marido retocó la constitución, cambió gobiernos, convocó elecciones y anunció más reformas. Mientras, por donde la primavera árabe pasó todavía no ha crecido hierba. En Egipto a un gobierno islamista le ha sucedido un golpe y en Siria Bachar el Asad aguanta tras 115.000 muertos y seis millones de desplazados, 600.000 a Jordania.

 Los reyes han vuelto ahora a la normalidad de ocupar sus tronos. El monarca apareció calmado y sonriente de impecable uniforme en la apertura del curso parlamentario a principio de mes, un acto en el que prometió “seguir con las reformas”. Rania concedió recientemente una entrevista a la cadena Al Arabiya en la que criticó el radicalismo islámico. En un discurso en Boston el 7 de noviembre pidió a las juventudes árabes que luchen por una revolución en “educación, salud, tecnología, turismo y medio ambiente”.

Las alternativas han quedado en pocas o ninguna. Hamza, que nunca ha reconocido aspiración alguna, está a lo suyo, que es presidir el Comité de Asesoramiento Real en el Sector Energético. Su madre, Noor, que en el pasado sin duda soñó con ver a su hijo en el trono, vive entre Washington y Londres, y visita Jordania con una discreción impuesta. A los medios oficiales se les desaconseja informar de ella. De hecho estuvo en Ammán recientemente visitando sin pena ni gloria el que fuera su reino. Ahora lo controlan otros, que han logrado que las cosas cambien para seguir siendo lo que eran.

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