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‘Falcon Crest’ en Vega Sicilia

El culebrón familiar del grupo Eulen ha salido de sus bodegas. El patriarca, David Álvarez, a sus 86 años, se resiste a las presiones de relevo de cinco de sus siete hijos. Alineados en dos bandos, facturan miles de euros al año. Ahora todos airean sin pudor sus trapos sucios, que terminarán de lavarse en los tribunales

Mábel Galaz
David Álvarez, sentado junto a sus hijas María José, Marta y Elvira. De pie y de izquierda a derecha, Emilio, Juan David, Pablo y Juan Carlos, en la última foto de familia en 2005.
David Álvarez, sentado junto a sus hijas María José, Marta y Elvira. De pie y de izquierda a derecha, Emilio, Juan David, Pablo y Juan Carlos, en la última foto de familia en 2005.

Pertenecieron durante décadas a esa clase de familias que huyen del foco mediático. A esas empresas que eligen usar su logotipo, en su caso un búho, como única imagen de marca y en las que al dueño se le llama “el jefe” porque no hay duda de quién manda. Durante más de 50 años, David Álvarez ha sido fiel a esa discreción, pero ahora el hermetismo se ha roto y la exposición pública ha comenzado. Todo por la guerra que enfrenta desde hace cuatro años en los tribunales al empresario y a cinco de sus siete hijos. En juego está el control de dos grandes empresas de España: Eulen, dedicada a la limpieza y la seguridad, y El Enebro, propietaria de las míticas bodegas Vega Sicilia, que le han dado a la familia el glamour necesario como para codearse con jefes de Gobierno.

Algunos de los protagonistas del conflicto sostienen irónicamente que los enredos de la famosa serie de televisión Falcon Crest no son nada al lado de los suyos. “David Álvarez nunca ha separado la empresa de la familia, y ese es gran parte del problema”, cuentan fuentes conocedoras del conflicto. “Es un hombre hecho a sí mismo. Quiere que las cosas se hagan a su estilo y no está dispuesto a estar en un segundo plano”.

En septiembre de 2009, David Álvarez se casaba por tercera vez. A los 82 años, formalizaba la relación que desde hacía años mantenía con Maite Esquizábel, su secretaria. La pareja tenía muchos planes para disfrutar lejos del despacho al que tantas horas habían dedicado. El empresario estaba decidido a dejar el negocio en manos de sus hijos. Juan Carlos fue el elegido para dirigir la empresa, el nuevo consejero delegado, un líder nato. Los siete vástagos de David Álvarez: Jesús David, María José, Juan Carlos, Pablo, Emilio, Elvira y Marta, acudieron al enlace. Era la tercera vez que el empresario contraía matrimonio. Tras enviudar de su primera esposa y madre de sus vástagos, se casó con Teresa Vidaurrázaga, su primera secretaria y más estrecha colaboradora durante mucho tiempo, la mujer que, dicen, le ayudó a levantar los negocios, la que mandaba casi como el jefe, tanto que se ganó el apelativo de secretaria “muy general”. Tres años después de la boda, Teresa moría, y Maite, que trabajaba en la secretaría y era 38 años más joven que el empresario, se convirtió enseguida en la nueva señora Álvarez.

A los hijos nunca les entusiasmó que su padre se volviera a casar. Los contrayentes, antes de la ceremonia, firmaron la separación de bienes. Suficientes problemas tenían ya en la empresa como para dejar abiertas más puertas al conflicto. La familia se reunió por última vez en esa boda, hace cuatro años.

La bomba estalló cuando Juan Carlos, ya en su cargo, decidió destituir a Santiago Carrero, secretario general y viejo colaborador de su padre, una persona de carácter intrigante en los temas de la empresa y la familia, según fuentes próximas al círculo de los hijos rebeldes. Carrero tenía 75 años, y el nuevo jefe consideró que había llegado el momento de hacer su propio equipo. Pero David Álvarez regresó de su luna de miel y, al conocer que su colaborador había sido destituido, convocó una junta —en la que tenía mayoría accionarial— con un único punto: apartar del Consejo de Administración a cinco de sus siete hijos. Pablo, Juan Carlos, Emilio, Elvira y Marta pasaron a ser denominados por su padre como “los díscolos”. Como respuesta, los cinco —con mayoría por número en el Consejo de Administración— optaron por destituir a su padre. El jefe respondió haciendo valer de nuevo su mayoría accionarial y cambió la cúpula, que quedó reducida a dos administradores únicos solidarios: David Álvarez y su fiel hija María José.

En busca del glamour

David Álvarez era un hombre rico e influyente gracias a los negocios del Grupo Eulen, pero las empresas de limpieza y servicios no le daban el glamour que él buscaba para relacionarse en sociedad. Ese fue uno de los motivos que le llevaron a comprar las bodegas Vega Sicilia a un empresario venezolano. Gracias a sus prestigiosos vinos, los Álvarez se codean con presidentes del Gobierno y han establecido muchos vínculos con políticos. Tanto que algunos han trabajado para ellos, como Rodolfo Martín Villa, Juan Ignacio del Burgo o Jaime Mayor Oreja.

David Álvarez también ha buscado posicionarse dentro de la sociedad vizcaína de Neguri, pero no lo ha logrado. Cuenta que quizá por eso mandó construir una casa en la lujosa urbanización madrileña de La Florida a semejanza de las grandes casonas de las familias bilbaínas. En ella, hasta la ruptura familiar, se reunía con sus hijos y nietos. El empresario siempre ha presumido de su gran familia, aunque ahora los negocios le hayan apartado de ella. En tiempos de tensiones, el patriarca mantiene la relación con sus 17 nietos, aunque tampoco los ve todo lo que él quisiera.

Fue Elvira, una de las hermanas menores, quien primero comprobó que su progenitor les había apartado no solo del consejo, sino también de su vida. “Tras volver de la luna de miel, se acercó a la casa de su padre para ver las fotos del viaje. Él tardó dos minutos en mostrarle la salida”, recuerda un amigo de la familia. En esos días, Juan Carlos, destituido como máximo responsable ejecutivo de la empresa, le increpó a su padre en una discusión: “Yo no quiero ser presidente de la empresa, pero tú no quieres dejar de ser el consejero delegado”. También a partir de ese momento dejaron de reunirse los tres días del año que hasta entonces eran fiesta mayor para los Álvarez: el 24 y 25 de diciembre y el 29 de agosto.

Desde ese momento, todos los intentos de acercamiento han sido inútiles. Ni tan siquiera cuando hace unos meses el empresario sufrió una operación de corazón. “Algunos acudimos a la clínica Ruber, pero había orden de no dejarnos pasar”, explica uno de ellos. “Solo quería dar un beso a mi padre”. Fue María José, la hermana que permanece junto al cabeza de familia, quien se ocupó de que los nietos visitaran al abuelo. Y es que David Álvarez sí mantiene relación con sus 17 nietos, incluso a los mayores les ha ofrecido trabajo en su empresa.

El entorno del viejo empresario asegura que él también sufre por la situación. “Pero no puede olvidar cómo han intentado apartarle de los negocios que él puso en marcha y llevó al éxito. Quieren robarle la moto y que la relación siga igual”, argumentan. Los díscolos aseguran también que siguen queriendo a su padre — “nosotros somos buenas personas”— y atribuyen la situación que viven a que “él ya no es el que era, no está bien” y a que “le asesoran mal”. Sus asesores son ahora su esposa y Santiago Carrero.

Sobre la capacidad del empresario, sus hijos díscolos creen que “ya no es la de antes”, “sus comunicados no son de una persona que está bien”, pero no piensan en incapacitarlo. “Eso es muy difícil. No es la solución”. Y explican que han intentado recuperar el diálogo sin éxito. Los Álvarez se ven a diario en el trabajo, ya que las dos empresas, Eulen y El Enebro, comparten edificio en Las Rozas (Madrid). “Nos encontramos en el parking y no es que no nos saluden, es que ni nos miran”, cuentan.

Juan Carlos es el hermano que lidera el grupo opositor, el que más se ha dedicado a la empresa familiar junto con Pablo, responsable de Vega Sicilia. Emilio, Elvira y Marta han tenido un papel testimonial en los negocios. Todos creen que la personalidad del padre es el mayor obstáculo para el entendimiento.

David Álvarez, presidente del grupo Eulen, en una entrega de premios.
David Álvarez, presidente del grupo Eulen, en una entrega de premios.CRISTÓBAL MANUEL

David Álvarez pertenece a esa generación de empresarios hechos a sí mismos, que comenzó de la nada y que considera que nadie puede hacer el trabajo mejor que él. Nacido en Crémenes, una aldea leonesa, se instaló de niño con sus padres en Bilbao. Allí estudió para perito mercantil. Su primer trabajo fue en una academia. Allí estableció relaciones con personas influyentes, y así supo a mediados de los sesenta que algunas empresas iban a externalizar los servicios de limpieza. Así que él mismo se puso a fregar cristales en la Gran Vía de Bilbao. De ahí nació su primera gran empresa: Central de Limpiezas El Sol, punto de partida de lo que es Eulen, con 78.000 empleados en 14 países que el año pasado facturó 1.338 millones. Luego fundó El Enebro, a la que, además de las Bodegas Vega Sicilia, pertenecen las Bodegas Alión, Pintia, Tokaj Oremus y la cárnica Valles del Esla. Al frente del negocio está Pablo, que acaba de hacer un caldo en La Rioja con la familia Rothschild.

Retomado el control de Eulen por parte de David Álvarez, el conflicto está ahora en El Enebro, la sociedad patrimonial de la familia. Tras la muerte de su primera mujer, el patriarca había donado a sus hijos la totalidad de las acciones de El Enebro mientras él se quedaba con el 51% de los derechos políticos y de usufructo. El acuerdo se firmó ante notario. Pero en una junta de febrero de 2010 los hijos díscolos decidieron no reconocer estos derechos como lo venían haciendo y destituyeron al patriarca y a sus hermanos José David y María José —los fieles—, que poseen el 30% de las acciones. Este conflicto se halla en los tribunales. Álvarez cuenta ya con dos sentencias favorables por el caso de El Enebro, pendiente ahora del Supremo, al que han recurrido sus hijos. La decisión judicial se conocerá a principios de 2014. Si el Supremo no admite la reclamación de los díscolos como han hecho las dos instancias anteriores, el patriarca recuperará el control político de la sociedad. Mientras se espera el fallo se ha abierto otro frente. El padre trata de frenar el último movimiento de sus hijos, que han vendido sus acciones de Eulen a El Enebro por valor de 80 millones poniendo como aval acciones de Vega Sicilia. La operación es, según los díscolos, una “reordenación empresarial”. Para David Álvarez, “subterfugio” y “una maniobra clandestinamente urdida”. El padre ha convocado una junta extraordinaria para el día 20 de diciembre. Todo indica que, otro año más, no pasarán juntos la Navidad.

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Sobre la firma

Mábel Galaz
Fue la primera mujer en pertenecer a la sección de Deportes de EL PAÍS. Luego hizo información de Madrid y Cultura. Impulsó la creación de las páginas de Gente y Estilo. Ha colaborado con varias cadenas de televisión y con la Cadena Ser. Ahora escribe en El País Semanal.

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