¿Estás comprometido con tu trabajo?

Solo el 30% de los trabajadores están comprometidos en la empresa, según el último estudio de Gallup realizado a escala internacional. La cifra es poco motivadora, la verdad. Si partimos del supuesto de que casi una tercera parte de nuestro tiempo lo pasamos en el trabajo, no deja de ser un tema sobre el que deberíamos preocuparnos si queremos sentirnos mejor con nosotros mismos. Veamos qué es el compromiso, qué tipos existen y qué podemos hacer para mejorar esta sensación.
¿Te gusta bailar? Aunque tu respuesta no sea afirmativa, seguro que sabrás que un buen baile -tango, sevillana o merengue- es algo de dos. Pues el compromiso es igual: una cosa de dos, del profesional y de la empresa. Un profesional por sí solo no se compromete (como tampoco uno baila un tango solo). Tendrá mayor o menor capacidad de comprometerse (o de bailar) dependiendo de lo que haga la organización. De hecho, la palabra compromiso proviene del término latino compromissum, lo que significa un acuerdo entre dos partes… cosa que en muchas organizaciones se “olvida”.
El resultado de la relación entre la capacidad de comprometernos y las actuaciones de la empresa, como la de cualquier otra pareja (y no necesariamente de baile), puede ser de tres tipos: crecimiento, separación o “infidelidad” (es decir, continuar en la compañía pero pensando en otra). Como es de suponer, solo cuando de esta relación obtienen beneficio tanto el profesional como la empresa es cuando se genera el compromiso. Y si nosotros estamos yendo a trabajar deseando que vuelva el viernes para recuperar “nuestra vida”, nuestra relación es de absoluta infidelidad, pero ya no solo con la organización en la que estamos, sino aún más importante, con nosotros mismos. Ya lo hemos dicho: pasamos demasiado tiempo en el trabajo para sentir que ahí malgastamos nuestro tiempo.
¿Y qué es lo que nos compromete? Depende de cada persona pero en general podríamos hablar que nos comprometemos con tres aspectos:
- Con nuestro trabajo: si me gusta ser ingeniero, profesora, secretario….
- Con mi equipo, mis compañeros o mi jefe o jefa, es decir, con las personas con las que trabajo… aspecto muy importante en la cultura latina, por cierto.
- Con la organización y lo que representa.
- Con nuestro trabajo: si me gusta ser ingeniero, profesora, secretario….
- Con mi equipo, mis compañeros o mi jefe o jefa, es decir, con las personas con las que trabajo… aspecto muy importante en la cultura latina, por cierto.
- Con la organización y lo que representa.
Volvemos a nosotros, los profesionales. Aunque todos nos comprometemos ni lo hacemos del mismo modo ni con la misma intensidad. Hay personas que están a la espera de que ocurra algo magnánimo para despertar su compromiso, mientras que hay otros que intentan dar lo mejor de ellos mismos en cualquier cosa que hacen. Estos últimos son los que registran mejores niveles de satisfacción personal y de felicidad. Por supuesto que lo que hagan nuestros jefes y nuestras empresas nos van a influir enormemente, pero somos nosotros, solo nosotros, los que decidimos si queremos comprometernos con ese informe que hacemos, con los compañeros que tenemos o con el examen al que vamos a presentarnos. Y no olvidemos que siempre habrá argumentos para quejarse.
Hace años recuerdo un banco en el que trabajé con bastantes directores de oficina en talleres sobre cómo reforzar el compromiso. Era la época de bonanza económica. Todos alcanzaban sus objetivos y cobraban muy por encima de la media. Sin embargo, el taller estaba siempre sembrado de quejas y más quejas. Después de los dos primeros cursos, opté por una pregunta muy sencilla que formulaba al principio: ¿Qué te obliga a quedarte aquí? Y esa es la respuesta sobre la que hay que centrarse. Nadie ni nada nos obliga a quedarnos en un trabajo. Si lo hacemos, es porque algo nos aporta aunque solo sea pagar la hipoteca o nuestros gastos. Al menos, esa es la mirada amable con la que tenemos que revisar nuestro compromiso.
Comprometernos con lo que hacemos no es por el beneficio de las empresas, sino por nosotros mismos. Podemos vivir nuestro trabajo de puntillas o realmente, pisando con fuerza en cada una de las cosas que hacemos. Y no importa a lo que nos dediquemos. He conocido camareros, celadores, militares, directivos, profesores, estudiantes… que son ejemplo de profesionalidad y compromiso. Quizá las organizaciones no siempre están a la altura, pero ellos y ellas no dejan de comprometerse. El compromiso es una decisión personal y si en el trabajo no conseguimos el compromiso que deseamos, será momento de replantearnos un cambio. Si no podemos por las circunstancias, pongamos un enfoque amable a lo que nos aporta, aunque a veces solo sea un sueldo y en situaciones como las actuales, ya es mucho. E insisto, no es por la empresa, es por nosotros mismos.
Fórmula:
El compromiso es una decisión personal y debemos tomar las decisiones necesarias para poder sentirnos comprometidos con lo que hacemos.
Recetas:
- Puntúa de uno a diez cuál es tu nivel de compromiso actual y reflexiona sobre aquel trabajo en el que estabas más comprometido: ¿qué hacías o qué ocurría diferente?
- Si no estás comprometido, ¿qué te impide cambiar de trabajo? Si tienes alternativa de cambio, ¿qué te impide hacerlo? ¿A qué estás dispuesto o dispuesta a sacrificar por ello?
- Si no tienes alternativa de cambio y te sientes poco comprometido, ¿qué te aporta de positivo? ¿Qué podrías hacer para tener una mirada más amable?
Basado en el libro: Jericó, Pilar (2011): La nueva gestión del talento, Prentice Hall.
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