Buenas perspectivas para Turquía
El país tiene una democracia reforzada y mejores indicadores económicos que la UE
Primero fueron las protestas de la plaza de Taksim. Ahora, la gran “reducción” que elevará los tipos de interés mundiales y detendrá el crecimiento en las economías emergentes como Turquía.
Muchos dicen que el crecimiento de Turquía en los últimos años ha estado alimentado en gran parte, como los de Indonesia, India y Brasil, por los bajos tipos de interés derivados de las políticas monetarias expansivas de la Reserva Federal estadounidense (Fed), el banco central del mundo.
Ante la previsión de recuperación en Estados Unidos, la Fed ha anunciado que va a “reducir” la cantidad de dinero, lo cual subirá los tipos de interés en todo el mundo. ¿Qué repercusiones tendrá para Turquía?
Se lo he preguntado a Alí Babacan, el educado y competente viceprimer ministro turco, responsable de la economía.
La respuesta es que hay cosas buenas y malas. A muy corto plazo, dice Babacan, los precios de los activos caerán, porque los inversores tendrán en cuenta las expectativas de que va a haber menos dinero flotando por ahí. Luego habrá un momento en el que los tipos empezarán a subir, y eso obligará a Turquía y otras “economías de crecimiento emergente” con déficits de cuenta corriente a controlarlos.
Su propia crisis financiera en 2001 y 2002 obligó a Turquía a poner en orden su deuda y su sistema bancario
Además, los países que no hayan llevado a cabo cambios estructurales durante los años de expansión se encontrarán con que les es mucho más difícil hacerlo ahora, en un contexto de crecimiento más lento.
Por fortuna, no es eso lo que pasa en Turquía. Su propia crisis financiera en 2001 y 2002 le obligó a poner en orden su deuda y su sistema bancario —además de buscar un camino sostenible a largo plazo para las prestaciones sociales—, de modo que ahora está en buena situación. “Los pilares fundamentales de la economía son sólidos”, dice Babacan. Coincide con lo que me dijo el primer ministro, Recep Tayyip Erdogan, en Berlín el pasado marzo, cuando destacó que, aunque resulte paradójico, Turquía ha tenido más éxito en el cumplimiento de los criterios económicos para la entrada en la UE que muchos Estados que ya son miembros.
En Europa, señaló Erdogan, el déficit presupuestario anual medio ha aumentado hasta ser del 4,5% del PIB, mientras que en Turquía ha bajado al 1,7%.
En el conjunto de Europa, la deuda a largo plazo ascendió el año pasado al 85% del PIB, mientras que en Turquía fue de solo el 37%.
Turquía posee unas reservas de divisas extranjeras por valor de más de 100.000 millones de dólares, y ha devuelto ya todos sus préstamos al FMI.
Para Babacan, los ajustes a la “nueva normalidad” que les aguarda no impedirán el ascenso de las economías emergentes como actores cada vez más importantes en el escenario mundial. Ya hoy, la mitad de la producción mundial procede de las economías emergentes. Aunque su crecimiento se enfríe, seguirá siendo muy superior al ritmo del 2% de las economías avanzadas una vez sea realidad la recuperación. Eso significa que, con el tiempo, incluso aunque las economías emergentes no tengan más que un ritmo de crecimiento de entre el 4% y el 7% —sólido, pero no acelerado—, sobrepasarán a las potencias establecidas.
Los ajustes a la “nueva normalidad” no frenarán el ascenso de las economías emergentes
Un análisis crucial que ofrece Babacan —que dirigirá la presidencia turca del G20 en 2015— es que cada vez está más claro que, como mecanismo de ajuste de este orden económico mundial en plena transformación, el G20 es un órgano esencial de coordinación tanto para la crisis como para la recuperación. Igual que en 2008-2009, cuando desempeñó un papel fundamental a la hora de evitar una depresión mundial mediante la coordinación de las políticas de estímulo, también ahora es muy importante para garantizar que la desaceleración sea calibrada, con el fin de no dañar las perspectivas de crecimiento mundial.
Para que el G20 sea más eficaz en el futuro, Babacan sugiere que ha llegado el momento de crear una “secretaría permanente” que permita la continuidad y el seguimiento entre las cumbres anuales.
En cuanto a Turquía después de Taksim, el viceprimer ministro se apresura a asegurar que el Gobierno del AKP (Partido Justicia y Desarrollo) ha oído y tomado nota de lo que dicen los sectores que “se sienten excluidos”. “El Gobierno de Turquía es el Gobierno de todo el pueblo”, dice, “no solo de los que votan por él”.
Sus palabras concuerdan con las del presidente, Abdulá Gül, y el primer ministro, Erdogan, que en las últimas semanas han perfilado una agenda “pluralista e integradora”, como parte de un nuevo esfuerzo para incorporarse a la Unión Europea.
Hasta ahora, el hecho de que el Gobierno haya reaccionado ha permitido que el malestar social de la plaza de Taksim haya servido para que la democracia se haya reforzado en vez de debilitarse. La próxima prueba que tendrá que superar es cómo sobrevive a la “nueva normalidad” de un crecimiento más lento. Dado que Turquía tiene los cimientos en su sitio, las perspectivas parecen positivas.
Nathan Gardels es director de Global Viewpoint Network y coautor con Nicolas Berggruen de Intelligent governance for the 21st century: A middle way between West and East.
Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.
© 2013 Global Viewpoint Network/Tribune Media Services.
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