Túnez, una "prisión a cielo abierto"
Movilizados por la liberación de Nejib Abidi.
Fue de madrugada. A las cuatro de la mañana. La Policía irrumpió en la casa de Nejib Abidi, situada en el barrio de Lafayette de Túnez, y se lo llevó detenido junto a otros siete jóvenes, cineastas y músicos. Estaban trabajando en la música del documental que acaba de rodar Abidi, una cinta sobre la emigración clandestina. Estas detenciones se suman a las de otros artistas, periodistas y activistas tunecinos que participaron activamente en la revolución del jazmín de enero de 2011 que logró derrocar al dictador Ben Ali y que ahora, dos años y medio después, denuncian los excesos del Gobierno islamista del partido Ennahda. Cuatro de aquellos ocho jóvenes, entre ellos el director Abdallah Yahya que acaba de terminar su última película, siguen aún encarcelados y pueden correr la misma suerte que el rapero Klay BBJ, condenado a seis meses de prisión por atentar contra las “buenas costumbres” y por difamación. Esta oleada de represión es una clara muestra de que las cosas no van bien en el Túnez que alumbró la llamada Primavera Árabe.
Ocurrió la noche del 20 al 21 de septiembre pasados. Los ocho jóvenes se encontraban en la casa de Nejib Abidi, de 29 años, un destacado líder estudiantil durante las manifestaciones de enero de 2011 que acabaron con el derrocamiento de Ben Ali. El día antes de su detención, alguien entró en la misma casa y robó uno de los dos discos duros donde se encontraba el bruto del documental que estaba terminando de rodar y eliminó toda la información del otro disco duro. La película estaba siendo producida por Nassreddine Shili, encarcelado por lanzar un huevo al ministro de Cultura durante una ceremonia pública.
Tras seis días de estancia en la comisaría de Bouchoucha, cuatro de ellos fueron puestos en libertad provisional, pero otros cuatro fueron trasladados a la prisión de Mornaguia. Se les acusa de consumo de marihuana, pero a nadie se le esconde que tras esa acusación se oculta un intento por parte del régimen de acallar las voces de sus jóvenes más críticos. Antes que ellos también han tenido que enfrentarse a la Justicia tunecina el citado Nessreddine Shili por lanzar un huevo al ministro de Cultura, Jabeur Mejri y Ghazi Beji, condenados a 7 años y medio de prisión por colgar en Facebook caricaturas de Mahoma desnudo, el rapero Ala Yaacoubi, conocido como Weld El 15, a quien le cayeron 21 meses de cárcel por componer una canción titulada “Los policías son perros” y el también rapero Ahmed Ben Ahmed (Klay BBJ), que acaba de ser castigado a seis meses de cárcel por atentar contra “las buenas costumbres” y difamación durante un concierto que dio, junto a Weld El 15, en agosto en Hammamet.
Condenado a 21 meses de cárcel, el rapero tunecino Weld El 15.
Otros ciudadanos anónimos también están sufriendo la represión del aparato judicial y policial tunecino que, según los movimientos ciudadanos y de jóvenes que claman por la liberación de todos ellos, ha sido heredado del antiguo régimen dictatorial y no ha sido depurado. “Se ha vuelto a la atmósfera de caza de brujas de la época de Ben Alí”, expresan desde Radio Chaabi, un órgano de comunicación muy crítico contra el Gobierno islamista de Ennahad, encabezado por el presidente Moncef Marzouki. Ese ambiente que denuncian los jóvenes llegó a su paroxismo este mismo año con los asesinatos de dos líderes de izquierda que se significaron por sus opiniones muy críticas con el Gobierno, Chokri Belaid (6 de febrero) y Mohamed Brahmi (25 de julio), ambos muertos a balazos por personas desconocidas.
Después de estos asesinatos, tras los que muchos ven una excesiva tolerancia del Gobierno con el extremismo religioso, Túnez se sumió en una grave crisis política por la falta de diálogo y negociación entre el Gobierno y la oposición, lo que provocó que, en agosto pasado, el presidente de la Asamblea Constituyente, Moustapha Ben Jafaar, diera por suspendido el trabajo puesto en marcha para la elaboración de una nueva Constitución. Asimismo, las clases medias y bajas que forzaron la marcha de Ben Ali en enero de 2011, desencadenando lo que se ha dado en llamar la Primavera Árabe, se han visto atrapadas entre la parálisis de las reformas políticas, las continuas protestas callejeras y una recesión económica sin precedentes en un país que vivía eminentemente del turismo y que ha visto caer en picado las llegadas de visitantes.
Un reciente acuerdo entre los islamistas en el poder, el principal sindicato tunecino, UGTT, otras organizaciones sociales (la patronal, la Orden de Abogados y la Liga de Derechos Humanos) y el resto de partidos ha logrado forzar la dimisión de todo el Ejecutivo en un plazo de unas semanas y el nombramiento de un nuevo Gobierno formado por personas independientes y no partidistas, una especie de gobierno de salvación nacional integrado más por tecnócratas que por personalidades políticas. Es decir, los islamistas aceptan renunciar al poder ante la situación de bloqueo a la que se había llegado. Sin embargo, en medio del fuego cruzado entre partidos, los retos que se avecinan son enormes e incluyen, entre otras cosas, la elaboración de una nueva Constitución, una ley electoral y la designación de un comité electoral independiente.
Mientras tanto, la decepción y la rabia cunden en Túnez. El pasado 27 de septiembre, el propio Nejib Abidi, que acababa de ser puesto en libertad provisional, daba un discurso durante la presentación de la película Le Retour del detenido Abdallah Yahya en el Festival Internacional de Cine por los Derechos Humanos de Túnez. Durante su intervención, Abidi aseguraba que todas estas detenciones suponían “una derrota no sólo de los artistas, sino de todos los tunecinos (…) Lo que yo y mis amigos hemos visto en Bouchoucha, lo que hemos visto en las comisarías de policía y en los tribunales no es sino la prueba de que este pueblo está colonizado. Este pueblo debe luchar para liberarse de una fuerza colonial interior que le expolia cuando trabaja, cuando piensa, cuando vive, cuando habla, cuando se gana el pan (…) todo el país se ha convertido en una prisión a cielo abierto, ya sea en Mornaguia, en Bouchoucha, en la calle Ibn Khaldoun, en la Avenida Bourguiba, en Gafsa, en Sidi Bouzid o en Sfax. Túnez es un país colonizado internamente y hay que liberarlo”.
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