¿Cómo recordar a las víctimas?
Es fundamental recordar lo que uno quisiera olvidar. El recuerdo de lo peor se convierte en reflexión, en educación, en una mínima justicia y, a veces, en reconciliación. Sin embargo, a la necesidad de rememorar colectivamente se opone el recuerdo individual, la diversidad de las reivindicaciones, la división de los grupos e, incluso, la utilización de esa memoria.
No hay memorial de víctimas que no esté exento de polémica. Puede que sea lógico. Todo es poco para lo que no se puede recuperar y la construcción física de un recuerdo puede acercarse a un imposible: comportarse como un aviso colectivo y guardar la memoria individual de cada una de las víctimas.
Cuando, a principios de los ochenta, en Washington D.C, quisieron construir un memorial para las víctimas de Vietnam, una estudiante de arquitectura de Yale ganó el concurso. Maya Lin tenía 23 años cuando finalmente su proyecto se construyó en 1982 a pesar de las múltiples críticas que recibió por parte de los veteranos (que no habían estado representados en el jurado y lo consideraron demasiado abstracto) y a pesar de que la prensa local calificó su proyecto de “un memorial asiático para una guerra asiática”, en referencia a la sencillez de la obra o al remoto origen chino de la estudiante norteamericana.
El proyecto de Lin era un corte en el terreno, un descenso hasta un muro en el que quedarían inscritos, en bajorrelieve, los nombres de los más de 57.000 soldados muertos en esa guerra. Al final, el corte se hizo, y las familias no se cansaron de tocar la lista de nombres. Sin embargo, un año después, se coronó el ascenso de ese monumento en V con una escultura figurativa de Frederick Hart en la que, esta vez sí, era fácil reconocer a tres soldados de diversas razas.
Con todo, el monumento de Lin es uno de los memoriales más visitados y logrados de la historia de esta tipología. Hoy también lo es su web, un espacio vivo con información sobre los desaparecidos, con fotos, con mensajes, con todos los nombres y con secciones como “Today’s Birthdays” en la que no hay día que no se recuerde a alguien.
También el Monumento a los judíos de Europa asesinados que Peter Eisenman levantó en Berlín en 2005 estuvo rodeado de polémica. En esa ocasión no solo los 2.711 bloques de hormigón que remiten a lápidas o a muros y construyen una retícula de calles estrechas fueron considerados muy abstractos. También hubo protestas porque la compañía Degussa, encargada de fabricar la sustancia anti-graffiti que cubre las lápidas tenía un pasado filo nazi a través de la empresa subsidiaria Degesch, que fabricó el Zycklon B empleado en las cámaras de gas. El pasado de Alemania supuró por varias heridas. Pero al final la necesidad de no perder tiempo y dinero se impuso. Y la oferta de Degussa a la baja quedó más como incidente que como símbolo.
En México, la pasada primavera, se inauguró el, cómo no, también controvertido Memorial a las víctimas de la violencia del arquitecto Julio Gaeta. En el parque de Chapultepec, pero también en un antiguo terreno militar (Campo de Marte), los arquitectos camuflaron 70 muros de acero cortén con los árboles y un sendero de hormigón con una fuente. La idea era hacer transitable el horror y el dolor. Poder servirse de los muros para expresarse, convertir el nuevo lugar en un espacio apropiado por los ciudadanos.
No todos los grupos que habían solicitado el memorial al antiguo presidente Felipe Calderón aplaudieron su arquitectura. El lugar era “inapropiado” para Javier Sicilia, que lidera el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad. Las organizaciones Alto al Secuestro o México Sos sí asistieron a la inauguración de un parque que costó 1,8 millones de euros.
No hay manera de acabar con el dolor y, tal vez, la mejor manera de cumplir con la obligación de recordarlo sea la de discutirlo. Los mejores memoriales no recuerdan hechos concretos, pero obligan a detenerse. Por eso, como hace la web del muro de Washington D.C, que recuerda a los soldados norteamericanos fallecidos en Vietnam, o como apuntó el poeta Javier Sicilia en su propuesta por mejorar el memorial mexicano, tal vez la mejor manera de recordar a los desaparecidos sea documentando sus vidas, su desaparición, explicando su caso y ayudando a encontrar a los desaparecidos para que no caigan en el olvido ni pasen a engrosar las asépticas cifras de víctimas.
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