¿El ‘bicing’ tiene futuro?

El pasado domingo 22 de septiembre cometí la osadía de acercarme al mar utilizando el bicing. Allí compro[/TEX_CARTAS]bé que las paradas estaban llenas y no había ni un hueco donde dejar la bicicleta. No era el único, había cientos de ciclistas en la misma situación, y me temo que todos sobrepasamos la media hora de servicio que incluye el abono, por lo que el Ayuntamiento debió de hacer una buena recaudación ese día. Como los ciudadanos tienen la mala costumbre de hacer cosas parecidas y van en direcciones parecidas, las paradas de bicing del interior de la ciudad se quedan sin bicicletas, y las del litoral se llenan. Los camiones de bicing compensan ese flujo llevando bicicletas en sentido contrario para que todo el mundo pueda acceder al servicio. Pero el domingo no había camiones o había muy pocos. Y, como es habitual, la negligencia municipal la tuvimos que pagar los ciudadanos en forma de tiempo y dinero.

Sabido es que al actual alcalde de Barcelona no le gusta el bicing. El abono anual no cubre el coste y le parece barato (se le olvida que el servicio, al igual que su elevado sueldo, no lo paga el Ayuntamiento, sino nosotros con nuestros impuestos). Hacer que el servicio funcione cada vez peor es una buena táctica para conseguir que los ciudadanos se harten y así poder cancelarlo o privatizarlo sin demasiadas quejas. O quizá es que simplemente el bicing lo gestiona gente incapacitada. En cualquier caso, al alcalde poco le importa. Él va en coche oficial, y tiene quien se lo aparque.— Francesc Ribes Gegúndez.