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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

El toro de Tordesillas

Lo que tenemos que aguantar en Tordesillas. Me gustaría, como tordesillano, que los movimientos animalistas realizaran una fuerte reflexión sobre la forma de manifestar sus aspiraciones. El todo vale no puede ser una opción y, por tanto, ya basta, por parte de muchos medios de comunicación, de perdonar sus acciones.

Entiendo que vengan a manifestarse. Ya me he acostumbrado al insulto constante por su parte. De hecho, a veces hasta me hace gracia, aunque, desde luego, no creo que ni yo ni mis amigos y vecinos seamos unos sádicos y unos asesinos, guste o no el torneo, porque, a pesar de lo que se venda desde los medios de comunicación, en Tordesillas existe gente que no está de acuerdo con el torneo. La diferencia es que lo manifiesta respetuosamente. Pero la última actuación ya no tiene perdón, ni lógica ninguna… colocar tablas con puntas para detener a los caballistas, aparte de ser peligroso porque mucha gente puede resultar herida, es un disparo a sus propios objetivos, como es el de defender los derechos de los animales, pues los caballos podrían haber corrido gran peligro, a no ser que piensen que el fin justifica los medios.— Juan Francisco Rodríguez Gómez. Tordesillas, Valladolid.

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En estas fechas sufro al ver cómo se repite, año tras año, ese ejercicio de crueldad, que es alancear a un toro hasta la muerte, ese perverso disfrute del dolor, representado hoy por los inhumanos lanceros de Tordesillas, degradante espectáculo medieval que embrutece a todos los que participan de alguna manera en él.

Hablan de tradición. ¿Cuál es su origen? La primera referencia aparece en 1534, en el Libro de la Cofradía del Santísimo Sacramento de Santiago Apóstol de Tordesillas. Eran otros tiempos. La vida pública se regía por la Inquisición.

Afortunadamente, la sociedad evolucionó y el Santo Oficio fue abolido por las Cortes de Cádiz de 1812. Sin embargo, parece que esta villa castellana no ha evolucionado, sino que permanece en el atraso medieval, llamándolo “fiesta”, “bien de interés turístico” o “tradición”. Pablo Iglesias se avergonzaría del alcalde socialista, que lo promociona, comparándolo con una representación teatral. También es culpable el Partido Popular, que gobierna la Comunidad y podría prohibirlo. Ambos debieran emplear el dinero público de los impuestos en crear trabajo.

Espero que este país, célebre por fiestas cuya diversión supone maltrato animal, legisle este, sin excepciones, como delito en el Código Penal.— Julia Leal de la Rosa. Pozuelo de Alarcón, Madrid.

Durante muchos años las luchas de gladiadores en el circo fueron una tradición en la Roma imperial. Pan y circo, lucha, sangre y muerte para regocijo del pueblo. ¿Cuánto tiempo hubo de pasar antes de que semejantes salvajadas fueran abolidas? ¿Las aceptaríamos hoy? Creo que no. Por mucha tradición que pudiera invocarse repugna aceptar como fiesta aquello que supone el sufrimiento y la muerte de un ser humano a manos de otro. Seguimos aceptando, sin embargo, versiones suavizadas de lucha de gladiadores y tradiciones festivas en las que el sufrimiento y la muerte recaen sobre todo tipo de animales. Las tradiciones no son sagradas y deberían dejar de ser intocables; porque hay tradiciones que son auténticas aberraciones a las que una sociedad con un mínimo de sensibilidad debería dar la espalda. Un día llegará en que nos resultará incomprensible que convivieran en una misma época tanto progreso técnico y tan poco progreso moral y que desde un teléfono móvil de última generación se pudiera relatar a los amigos el espectáculo que supone un bello animal chorreando sangre y muriendo alanceado por una turba de gladiadores versión light en medio del entusiasmo de la plebe.— Enrique Cámara Díez. Segovia.

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