¿Serpiente de verano?
Algunas cartas consideran la crisis de Gibraltar como una distracción que interesa al Gobierno, pero esta información no ha desalojado el caso Bárcenas
El conflicto de Gibraltar ha ocupado a los medios el mes de agosto. Algunos lectores consideran este seguimiento una “serpiente de verano” que ha soltado el Gobierno español, interesado en que se dejara de hablar del caso Bárcenas y de la corrupción. Lluís Bassets, en su blog Del alfiler al elefante, ponderaba los réditos políticos para el PP de la citada crisis: “En un momento en que el Gobierno y sobre todo su presidente se hallan cuestionados por sus responsabilidades en los asuntos de corrupción, viene como anillo al dedo una crisis que tenga dos efectos simultáneos: desalojar de las tertulias y los titulares de periódicos de espacios informativos el caso Bárcenas y proyectar sobre los socialistas en general los males que sufre España”. Bassets no entraba a evaluar si se trataba de una serpiente de verano y recogía de The Economist los efectos estratégicos de la operación: impedir un acuerdo sobre la Roca para toda la actual generación, los mismos efectos que tuvo el cierre de la Verja en 1969. Nicolás Sartorius, por su parte, negaba expresamente que lo fuera en el blog Alternativas, que también publica este diario. “En los periodos vacacionales —para quien los disfrute— del caluroso estío suelen surgir noticias sobre acontecimientos que parecen de gran relieve y que luego, con el tiempo, se quedan en nada. Se introducen en la opinión para entretener al público o, lo que es peor, para cubrir otros temas que no interesan al poder que se aireen. Con el serial Bárcenas al rojo vivo uno podía pensar que el actual reverdecer del eterno conflicto sobre Gibraltar era una de esas serpientes de verano que sirven para que el personal se olvide, por unos días, de la corrupción peperaal tiempo que alimenta los agostados sentimientos patrios. En mi opinión, no estamos ante uno de esos reptiles veraniegos. Creo, por el contrario, que estamos ante un tema serio que no tiene nada que ver con el patrioterismo”. Sartorius defendía que la cuestión central no es la españolidad del Peñón. Es si “Gibraltar debe estar dentro o fuera de la legalidad, como ahora sucede”, en referencia a su condición de refugio fiscal.
Algunos lectores sostienen que el diario se ha plegado a la agenda del Gobierno. Lo considera Cristina Papin. “Observo preocupada estas últimas semanas la notoriedad e incluso la necesidad de alimentar la tapadera del Gobierno y el Partido Popular en el caso de Gibraltar. Si queremos resolver de verdad los problemas de la Roca podemos utilizar opciones más sensatas, como la lucha contra el dinero negro blanqueado en la colonia y contra el estatus de limbo fiscal de Gibraltar. Esa lucha perjudica menos los intereses de los ciudadanos de a pie que las iniciativas tomadas hasta ahora por el Gobierno, pero sin duda deben abordarse desde la UE. Y al final así se hará, puesto que no hay otro modo, pero será seguramente de forma discreta. (...) ¿Qué interés anima a EL PAÍS a secundar e incluso promocionar la política del Gobierno en este tema, eludiendo la complejidad del asunto y dándole una visibilidad exagerada? Esa estrategia de seguidismo está dejando en un segundo plano otros asuntos que preocupan más a la ciudadanía, como los problemas económicos, el recorte de servicios públicos y sobre todo —por su actualidad— el caso Bárcenas”. En términos parecidos se manifestaba Joaquín D. Gasca: “Estoy sorprendido, indignado, por el tratamiento de la crisis de Gibraltar, parece que ustedes siguen el argumentario que envían desde La Moncloa a los medios. ¿Todas las tesis del presidente del Gobierno son válidas? Sinceramente, es una serpiente de verano para tapar con titulares muy patrios los miedos que tienen Rajoy y el Partido Popular por todo el escándalo Bárcenas. ¿Han renunciado ustedes a investigar y publicar noticias sobre el tema? (…). No tengo el síndrome Marujita Díaz banderita tú eres roja, pero si el tema de Gibraltar tiene interés, ¿cuándo hablarán de las filiales de la banca española, de las Sicav, de las grandes fortunas en territorio gibraltareño? No tengo claras las razones por las cuales un periódico tan importante, con magníficos profesionales, no profundiza más en los temas vitales”.
Gavin Hewitt, periodista de la BBC, escribió que los funcionarios británicos se preguntan: ¿Gibraltar es una distracción útil para el Gobierno español? David Mathieson, en The Guardian, afirmó que “Gibraltar pertenece a la clase de enredos de política exterior que los diplomáticos esperan manejar sin esperar resolver (…). Esta última discusión entre Londres y Madrid (…) ha sido diseñada para ahogar un escándalo interno”. Cecile Chambraud, en Le Monde, consideraba que la tensión a propósito de Gibraltar “aporta un derivativo sin duda bienvenido” por Rajoy.
Gibraltar es un anacronismo colonial, como ha reflejado más de un editorial de este diario (uno de ellos titulado Fiebre de agosto). Un término, “colonia”, que fue empleado en un editorial de The Guardian el 5 de agosto que posteriormente fue enmendado en una fe de errores del 9 de agosto. Otra cosa son los caminos diplomáticos que deben tomarse. Como escribió en este diario Denis MacShane, ministro británico para Europa de 2001 a 2005, “David Cameron y Mariano Rajoy son más parecidos de lo que están dispuestos a reconocer. Los dos son unos líderes nacionales débiles, que no tienen un auténtico control de la marcha de la política. (…) La política exterior exige educar, explicar y estimular la opinión pública. Sin embargo, lo que vemos tanto en Gran Bretaña como en España a diario es un intento de manipular a los medios y obtener titulares”.
Los diarios españoles y británicos han seguido día a día el tema
Sin entrar en las hipótesis sobre los cálculos políticos del Gobierno español a la hora de encarar el conflicto, lo cierto es que el conflicto existe y los recientes episodios tienen una dimensión inédita en los últimos tiempos. Ha sido el propio primer ministro británico quien ha liderado la respuesta a las posiciones españolas y los medios deben prestar atención al mismo. Lo han hecho en España y Reino Unido claramente. Se trata de un conflicto bilateral que interesa mucho menos al resto de comunidad internacional como lo demuestra el tratamiento informativo. Los diarios británicos y españoles han seguido día a día el tema (TheGuardian, por ejemplo, entre el 5 y el 24 de agosto, presenta una cuarentena de ítems en su edición digital), mientras que medios franceses o norteamericanos le han dedicado un número muchísimo menor de reseñas. Este diario publicó en este mismo periodo una cincuentena de piezas informativas en la edición impresa. Sin embargo, la atención al caso no ha desalojado temas como el caso Bárcenas o la corrupción política (con más de 40 ítems) ni el tratamiento del conflicto se ha sometido al guión oficial. De hecho, algún lector ha mostrado su queja porque el diario recordara que Andalucía también ha creado arrecifes artificiales con el objetivo, manifestado, de “impedir el paso de arrastreros en su zona habitual de pesca” o se citara que Gibraltar ya no está en la lista de paraísos fiscales y que la UE aprobó en junio su ley del impuesto sobre la renta, como si ello significara que este diario se alineaba con las tesis gibraltareñas.
Lo que sí fue una lamentable, y frustrada, serpiente de verano fue el seguimiento de una fiesta en la que participó el futbolista Messi. El 31 de julio, este diario recogía unas supuestas imágenes de la misma publicadas, como se decía, por medios sensacionalistas argentinos y el alboroto mediático creado por cierta prensa. Un faldón a cinco columnas. Al día siguiente, 1 de agosto, el diario dedicó el mismo espacio a explicar que las imágenes con una bailarina estaban trucadas según el análisis de un fotógrafo. Bernardo Frau, al ver la primera pieza escribió: “Eran evidentemente falsas. Lo noté cuando las vi en un diario argentino y agradecí que ustedes no se hubieran hecho eco. Pero enseguida las tomaron, no resistieron la tentación ni pudieron esperar una verificación medianamente seria”. El problema principal está en que este diario pensara que este supuesto episodio era una noticia y, además, de las dimensiones mencionadas.
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