Censura a una ‘Lolita’ sudafricana
Los espectadores que asistían a la inauguración del Festival Internacional de Cine de Durban, en el este de Sudáfrica, no podían creer lo que veían en la gran pantalla cuando se disponían a ver Of good report (De buena reputación), del director Jahmil XT Qubeka. En lugar de los títulos de presentación de la película apareció una advertencia de los organizadores en la que lamentaban no poder iniciar la emisión porque incurrían en una “ofensa criminal”. La cinta había sido censurada, acusada de contener imágenes de “pornografía infantil”.
Era la primera vez en las dos décadas de democracia que la Junta de Publicaciones y de Cine prohibía un producto artístico, por lo que enseguida se ganó críticas por actuar como el régimen del apartheid. Semanas después y abrumados por los comentarios llegados de todas partes, los censores rectificaron y dieron por buena la película sin dar más explicaciones. El productor trabaja ahora para que la obra se exhiba en el Festival de Cine de Londres, el próximo octubre.
Lógicamente, el productor está sacando rédito de este episodio y ha preparado un teaser en el que en 42 segundos sólo muestra un primer plano del profesor y sobreimpreso el mensaje de “esta es la película que no querían que se viera”. No hay mejor campaña que una buena prohibición. El filme se estrena el próximo 9 de agosto en las pantallas sudafricanas.
La película cuenta la historia de un profesor que inicia una relación con su alumna de 16 años en una pequeña comunidad. La Junta visionó la película hasta el minuto 28 cuando aparece el hombre practicando sexo oral a la menor. El guionista no ha tenido que tirar de mucha inventiva e imaginación porque Sudáfrica cuenta con un elevado porcentaje de adolescentes o casi niñas que salen con hombres mayores que ellas. Es el fenómeno de los llamados sugar daddies, a los que se les atribuye, por ejemplo, la corrupción moral de las jóvenes porque tienen sexo a cambio de pequeños regalos o dinero, y de la propagación del VIH entre las chicas. Una reciente encuesta entre escolares señala que el 28% de las estudiantes de secundaria son seropositivas (en los chicos es del 4%).
Sudáfrica tiene un problema de salud pública con el VIH y el sida y con los embarazos de adolescentes. Además, centenares de profesores son denunciados cada año por practicar sexo con sus alumnas, aunque casi la mitad de los condenados por ello siguen dando clases como si nada. Hasta la ministra de Educación, Themba Ndhlovu, tuvo que salir al paso y advertir que si el maestro propone amor a las estudiantes "está mal”.
Los detractores de la cinta vieron en ella una apología del fenómeno del hombre que pervierte y se aprovecha de una menor, una especie de “lobo feroz” que vence a la inocente Caperucita Roja. El director y el productor Mike Auret mostraron su desconcierto y hablaron de censura y ataque a la libertad de expresión. Auret incluso se lamentó de que los sectores cristianos de la sociedad "erosionen el espíritu de la Constitución".
Incluso la actriz que interpreta a la adolescente rechazó que se tratara de pornografía. Ella es Petronella Tshuma, de 23 años y madre de una niña, quien quitó hierro a la polémica diciendo que la obra explica “lo que pasa en Sudáfrica”, y que si ella hubiera visto en algún momento pornografía no habría accedido a participar en el proyecto.
No es la primera vez que Sudáfrica se enfrenta a la disyuntiva arte o libertad de expresión. En 2012, Brett Murray tuvo que lidiar también con la amenaza de retirada de su pintura The Spear (La lanza) en la que el presidente sudafricano, Jacob Zuma, mostraba sus genitales en un retrato de estilo pop que recordaba a Lenin.
El Congreso Nacional Africano, la formación de Zuma, denunció al artista por atacar el honor del mandatario y dos individuos destrozaron el lienzo al lanzar pintura sobre él cuando irrumpieron en la galería de Johannesburgo donde se mostraba como parte de la exposición Saluda al ladrón, denuncia de los numerables casos de corrupción que salpican al partido, en el poder desde 1994. La Junta clasificó la obra apta para mayores de 16 años. La simpatía y apoyo hacia el artista también fueron rápidas y diversas. El caricaturista Zapiro se animó a dibujar a Zuma con una ducha saliéndole de la bragueta. Desde que el presidente aseguró que se duchó cuando supo que había tenido sexo con una mujer portadora del VIH para evitar la infección, Zapiro representa al presidente tocado con el mando de una ducha para denunciar lo que organizaciones de la lucha contra el sida consideraron unas declaraciones superficiales y desafortunadas.
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