Luz, sombra e integración

Donde hay luz hay sombra. Una ley física irrefutable, un hecho que Michael Marder plasma en Los dos soles de Europa (EL PAÍS, 21 de julio). Su lucidez nos lleva al “trasfondo filosófico” de Hegel para explicarnos el siguiente prejuicio muy arraigado: “El sol físico brilla en el Sur, mientras el del conocimiento ilumina al Norte”. Algo que debe traducirse al conocido tópico de la Europa de las dos velocidades o, simple y llanamente, al lema de vivir para trabajar y trabajar para vivir. Pero vamos por partes.

Hay que remontarse a la Europa comunitaria en construcción. En el principio era en el norte de Europa donde se fundó un grupo de países que contaba con un reducido número de socios homogéneos en términos económicos, socioculturales y políticos en aras de su objetivo: una fuerte unión económica. El grupo de países miembros fue ampliándose al sur de Europa. Esto hizo que la homogeneidad propia de los socios norteños fuera disminuyendo a escala de grupo, un criterio anteriormente dominado por el conocimiento y el modo de vida austera al más puro estilo luterano. ¿Qué aportaba el sur? La antítesis de la austeridad y del conocimiento, por una parte, y el intrínseco brillo del sol, por otra. Sin embargo, esta dicotomía no importaba mientras funcionaba la economía. Al fallar esta, la intensa luz solar en el haber sureño se hizo sombra. Queda por esperar que, una vez superada la crisis, la pálida luz del Norte resulte un poco más intensa a cambio de la pérdida de intensidad sufrida por la del Sur, llenando así de vida la anhelada integración europea.— Ernesto Pelzing.