Un parque en una escalera
El tópico de que el verdadero viaje no está al final sino a lo largo del camino lo demuestra este nuevo acceso a la alcazaba malagueña. La intervención trepa por la ladera del monte Gibralfato revelando vistas sobre la ciudad, a los pies, sobre el puerto y el mar Mediterráneo, a lo lejos, y sobre los siglos de historia que se despliegan entre el Teatro Romano y la alcazaba musulmana del siglo XI, en el propio monte.
No es la prisa lo que mueve a visitar la alcazaba. No tiene sentido correr cuando el objetivo es detenerse, por eso Cristina García Baeza e Iñaki Pérez de la Fuente, los arquitectos del estudio OAM (Oficina de Arquitectura Málaga) eligieron un recorrido aparentemente azaroso y, sin embargo, puntillosamente organizado a partir de las mejores vistas. Buscando encuentros inesperados, los proyectistas fueron juntando los hilos invisibles que unen los monumentos de la ciudad.
Hoy la naturaleza envuelve la suma de inmuebles encastrados en la ladera del monte y, lejos de intentar aclarar la dicotomía entre paisaje y construcción, ambos: naturaleza y edificios históricos se suman en el monumental paisaje del monte que dio origen a la ciudad. “La intervención busca intensificar el mensaje histórico del lugar”, explican los arquitectos. La manera de subrayar esa monumentaliad es, sin embargo, sobriamente actual. Se trata de un paso atrás, de trabajar los centímetros, lo que apenas se ve, de ordenar un recorrido discreto con escalones, miradores, barandillas y ángulos de visión. Así, el trabajo de los arquitectos ha consistido en actuaciones de pequeña escala: caminos de trinchera, miradores al paisaje y escalinatas y escaleras de acero cortén que conectan dos nuevos recorridos uno en la cima y otro en el pie del monte. Más allá de ofrecer nuevas vistas, los arquitectos asentaron las existentes consolidando además restos murales de contención.
Por eso es la intuición la que guía el recorrido. Y el descubrimiento es el propio recorrido. Para evitar distracciones, los arquitectos trabajaron con una familia de formas y geometrías flexibles y expresivas pero limitadas. Supieron elegir. Así, el uso de planchas de acero cortén recogiendo los caminos, permite integrar la iluminación al plegar esas planchas. El trabajo ha sido más de taller que de obra. En un lugar tan frágil, los proyectistas evitaron el uso de materiales húmedos.
Pero no solo peldaños y barandillas construyen el acceso: nuevas tierras, arbustos autóctonos y pinos adultos “reconquistan la ladera como un patrimonio natural necesario para enmarcar los monumentos”, explican. Ese es el gran acierto: recuperar el marco. El lugar, lejos de restar protagonismo a la arquitectura, la ha revivido.
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