¿Todavía quieres un coche?
Por Jorge Romero, arquitecto especialista en energía y medio ambiente
E. Howard proponía la ciudad jardín, ciudades policéntricas rodeadas por el ferrocarril y conectadas entre ellas por medio de este. Se proponía la existencia de cinturones verdes que rodeaban las ciudades, y podían servir como fuente de alimentos y sumideros, creando entidades urbanas autosuficientes. Este concepto se ha desvirtuado hasta llegar a las ciudades satélites que conocemos, donde la vivienda, la industria y los equipamientos necesarios se separan y se conectan mediante una extensa red de vías y transportes horizontales. Pero, ¿quién no desea vivir en una casa unifamiliar aislada con jardín? Es el sueño americano hecho realidad en las millares de urbanizaciones de nuestro país, donde el uso del vehículo privado es indispensable para ir a comprar el pan por la mañana.
El principal actor en el modelo actual es el vehículo privado, que permite realizar todas las actividades necesarias para conseguir la habitabilidad. En el caso de Barcelona, por ejemplo, la planificación del Ensanche tenía en cuenta y preveía el radio de giro de los futuros vehículos. O hasta llegar al punto de ciudades tipo Los Ángeles, donde el automóvil es necesario para realizar la mayoría de las actividades imprescindibles para vivir.
Vivimos a cámara rápida debido a múltiples factores. El tiempo tiene un gran valor económico. Lo necesitamos todo para ayer, para poder hacer más cosas durante el día, que representa un mayor beneficio económico tal como están las cosas. Por lo tanto al introducir el concepto de velocidad dentro de la movilidad hay que tener en cuenta que el incremento sólo puede lograrse con mayores consumos de energía.
El transporte constituye el verdadero núcleo duro de la crisis ecológica. El sector del transporte es el principal responsable del efecto invernadero, contaminación atmosférica y contaminación marina, de la urbanización del suelo, del ruido, de la degradación del paisaje rural y urbano.
El uso de combustibles basados en renovables parece no ser la solución razonable, ya que desplaza el problema a otros sectores económicos y sociales, y destina los cultivos pensados para la alimentación de las personas a la alimentación de los motores.
Modificar el problema de raíz es un buen inicio y para ello hay que crear proximidad en el plano personal, social y económico. La economía global es la promotora de la creación de lejanía. La creación de proximidad proporciona, por el contrario, una vía de escape para el dilema ecológico actual, sin contener nada de aislamiento personal o social, retroceso histórico, ni declive técnico, económico o cultural. Visto lo cual, ¿todavía quieres un coche?
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