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Coordinado por Gonzalo Fanjul y Patricia Páez

SIDA: el riesgo de volver atrás

Esta entrada ha sido escrita por Antoni Picó i Azanza(@toni_pico), portavoz de CiU en la Comisión de Cooperación Internacional para el Desarrollo del Congreso de los Diputados.

Huguette, una mujer camerunesa infectada de VIH, ha recuperado una vida normal gracias a los tratamientos antirretrovirales. La pequeña que sostiene en sus brazos es su segundo hijo libre del SIDA. Foto:WHO /Anna Kari.

Como cada año, el 18 de mayo celebramos el Día Mundial de la Vacuna contra el VIH-SIDA con el objetivo de sensibilizar al conjunto de la sociedad sobre la necesidad de desarrollar una vacuna, avanzar en los trabajos de investigación y desarrollo de métodos de prevención del VIH, así como agradecer a todas las personas que hacen posible la investigación de una vacuna.

En los últimos años se ha realizado un esfuerzo importante en el ámbito internacional tanto en medios, como en medidas. Se ha avanzado en la cobertura de la detección, tratamiento y prevención; así como en la investigación de la vacuna y microbicidas del VIH/SIDA. Estos esfuerzos han tenido resultados muy positivos: más de 8 millones de personas en países de rentas bajas reciben tratamiento con antirretrovirales, y el número de nuevas infecciones a nivel mundial sigue disminuyendo, como lo pone de relieve el hecho de que el número de niños infectados con VIH/SIDA se redujo a la mitad en el período comprendido entre 2003 a 2011. Buenas noticias todas ellas. Pero esto no significa que estemos controlando la pandemia.

A nivel mundial, 34 millones de personas conviven con el VIH. En 2011, 1,7 millones de personas murieron en todo el mundo por causas relacionadas con el SIDA y cada día se siguen infectando alrededor de 7.000 personas por el VIH. África subsahariana sigue siendo la zona en la que se concentra el mayor porcentaje de personas portadoras del VIH, con el 69%. Y por cada tres personas que reciben tratamiento antirretroviral, otras cinco se infectan.

Pero no sólo estamos hablando de cifras. En muchos lugares el VIH/SIDA significa estigma, discriminación, pobreza; en resumen, vulneración de derechos humanos. En algunos países se exigen pruebas diagnósticas como condición previa para optar a un trabajo, quedando excluidas aquellas personas con la enfermedad. En otros se restringe la entrada o la residencia de las personas con VIH positivo. El VIH/Sida es una enfermedad que empobrece si no se tiene acceso a los tratamientos y cuidados adecuados. Estamos hablando de enfermedad, sí, pero también, y sobre todo, de derechos humanos.

Por ello, cada vez es más necesario asegurar el acceso y la disponibilidad de medicamentos y herramientas de salud del VIH/SIDA para todos los ciudadanos, eliminando las barreras de acceso y promoviendo una I+D en salud que beneficie a todas las personas.

En este sentido, las vacunas son las intervenciones de salud pública más rentables, después de la potabilización del agua, por lo que una vacuna del SIDA segura, eficaz y accesible supondría un avance extraordinario en el control del VIH, permitiendo que muchos de los costes actuales de la respuesta al VIH/SIDA se canalizaran hacia otros objetivos de salud y desarrollo, y por supuesto incidiendo positivamente en su productividad y desarrollo económico.

La respuesta mundial al SIDA se encuentra en un punto decisivo, en el que se corre el riesgo de retroceder en los progresos hasta ahora conseguidos. Para evitarlo debemos exigirnos un firme compromiso en la lucha contra la pandemia.

Se requiere compromiso a nivel multilateral, apoyando el cumplimiento y consecución de los objetivos de acceso universal a la prevención, tratamiento y apoyo para el VIH suscritos en la Reunión de Alto Nivel sobre el SIDA de 2011 y liderados por ONUSIDA, reemprender las aportaciones económicas al Fondo Mundial de lucha contra el SIDA, la tuberculosis y la malaria, a la Iniciativa Internacional para la vacuna del SIDA (IAVI) – cuyo propósito principal es garantizar el desarrollo de vacunas preventivas contra el VIH - y al Partenariado Internacional por los Microbicidas (IPM). Si España reduce o retira su apoyo tanto político como financiero a esta causa, como ya está sucediendo, se situará en una posición aislada dentro del consenso europeo en salud global. Más cuando algunos países de nuestro entorno más cercano han anunciado aportaciones económicas a corto y medio plazo a diversos de estos instrumentos internacionales.

Y también a nivel interno España puede desarrollar un papel crucial, especialmente en el apoyo a los trabajos de investigación y desarrollo sobre nuevos medicamentos y herramientas de salud del VIH/SIDA. En los últimos años los trabajos de investigación han progresado mucho más rápido que en cualquier otro momento desde que empezó la epidemia. Disponemos de una masa crítica altamente especializada, con equipos de expertos y centros de investigación que nos permiten participar muy activamente en primera línea a nivel mundial. Un ejemplo, entre muchos, es el programa HIVACAT (HIV Vacunas Catalunya) que, a través de un consorcio público-privado, dirigido por los doctores Bonaventura Clotet y Josep Maria Gatell, está desarrollando trabajos para alcanzar una vacuna efectiva del VIH.

En este sentido, debemos recordar que el próximo mes de octubre se celebrará en Barcelona la Conferencia Mundial de la Vacuna del SIDA, la reunión más importante a nivel mundial de investigadores, médicos y representantes del sector público en salud y partners privados, colaborando todos ellos en el avance de los trabajos de la vacuna.

Muy recientemente, la Comisión de Cooperación Internacional para el Desarrollo del Congreso de los Diputados, a instancias del Grupo Parlamentario Catalán (Convergència i Unió), aprobó de forma unánime un mandato dirigido al Gobierno para impulsar estas medidas en el marco de la lucha global contra el VIH/SIDA, como una de las prioridades de las políticas públicas de desarrollo humano y social. Esperamos que se cumpla.

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