Estupas, arrozales y camioneros kamikazes en Nepal
Sin embargo ese dulce caos controlado termina por engancharte y te enamoras enseguida de esta gente amable y sencilla que siempre sonríe, y de este país de orografía endiablada. Además es un destino baratísimo (por eso está lleno de mochileros): si te lo propones puedes dormir por 5 euros y comer por uno.
Aquí vanalgunos lugares recomendablesde los que llevo vistos estos días. Unos son archiconocidos; otros, pequeñas joyas por descubrir.
Es el gran centro de peregrinación del budismo nepalí y por su situación, a las afueras de Kathmandú, uno de los lugares más turísticos del país. Pero no por eso es menos recomendable la visita. La gigantesca estupa, una de las más grandes de Asia, parece una montaña blanca desde cuya cima Buda nos mirara con esos ojos de expresión serena pero inquietante. Impresiona ver a los peregrinos tibetanos y a los monjes con su túnica azafrán recortados sobre el blanco refulgente de la gran estupa. Es recomendable ir un día soleado y de cielo azul, cuando se magnifica el colorido del conjunto.
Un lugar extraño, por lo ordenado que está. Bandipur fue un centro comercial en las viejas rutas que unían Tibet, India y Nepal. Con la construcción de las nuevas vías de comunicación cayó en el olvido y casi quedó abandonado. Hasta finales de los 90 por aquí no venían ni los hippies. Pero poco a poco se fueron rehabilitando sus bellas mansiones tradicionales, se abrieron algunos guest-house y hotelitos sencillos y empezaron a llegar turistas. Cosa rara (yo diría que única) en el país: los comerciantes lograron convencer al resto del pueblo de enlosar y peatonalizar la calle principal. Y el tradicional caos de barro, suciedad, polvo, coches y camiones de una aldea nepalí dio paso a un bucólico pueblecito donde puedes sentarte en una terraza de la calle mayor a la luz de las velas a cenar arroz con verduras y carne de búfalo, sin que por ello se haya expulsado a la población local. Conviene avisar que hay poco que hacer en el entorno, más allá de extasiarse con la vista del Himalaya si el día está claro. Bandipur es un pueblo para venir a estar, no para hacer multiactividades.
Una de las sorpresas de este viaje es un hotelito encantador en un pueblo mínimo pero igual de sugerente, Nuwakot. Se llama The Famous Farmy es una mansión centenaria de arquitectura tradicional newa que perteneció a un rico del pueblo, hoy reconvertida en alojamiento. Tiene unas vistas fabulosas sobre el valle y un entorno muy agradable para pasar un par de días de descanso en plan casi monacal, fuera del bullicio continuo que es este país. Conocí al dueño en Madrid durante el pasado Fitur y me invitó a conocer su hotel cuando estuviera por Nepal. El sitio es muy recomendable, una de esas joyas ocultas del país: confortable sin perder la rusticidad; inolvidable la cena en el patio a la luz de las velas. Además, solo la visita a la pequeña aldea de Nuwakot justifica llegar hasta aquí. Nuwakot es un puñado de casas en torno a una antigua fortaleza del siglo XVII conservada en perfecto estado y un viejo templo dedicado al dios Bhairab.
La agujereada y parcheada cinta de asfalto de 200 kilómetros que une las dos ciudades más turísticas de Nepal es un atractivo en sí misma, aunque la mayoría de los viajeros la pasan sin bajarse del autobús. La carretera sigue en paralelo alrío Trishuliy serpentea entre preciosos arrozales, pueblos genuinos que no viven del turismo, campos de labor colgados de laderas imposibles, puentes colgantes y muchos templos. Merece la pena ir sin prisas, parando a hablar con la gente, comer en algún restaurante local con precios locales (el otro día comimos tres personas por 1,5 euros) o cruzar los puentes colgantes para visitar las aldeas del otro lado del río.
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