Selectividad para políticos
Recientemente a través de un documental televisivo se veía un conjunto de bonobos que luchaban entre sí por el disfrute del reciente beneficio de la caza de una ardilla. Uno de ellos lanzó un grito que, traducido en su lenguaje de grupo, venía a significar algo así como ¡cuidado, viene una serpiente venenosa!, siendo mentira. El resto de los monos huyó despavorido, con lo cual el bonobo mentiroso pudo darse un atracón de ardilla en crudo, uno de los platos favoritos de esta especie de simio, denominado científicamente chimpancé pigmeo. En este sentido se asemeja al homo sapiens y también, según afirma Frans de Waal, uno de los más prestigiosos especialistas en simios a nivel mundial, el bonobo es capaz de manifestar altruismo, compasión, empatía, amabilidad, paciencia y sensibilidad; cualidades envidiables y no muy frecuentes en el común de su pariente más próximo, el ser humano, y mucho menos si pertenece a la variante homo sapiens politicus.
¿Se imaginan a un político preocupándose del bien ajeno (altruismo), aliviando el padecimiento de otros (compasión), participando afectivamente en la realidad de otra persona (empatía), siendo afable y afectuoso con los demás (amabilidad), teniendo capacidad para aguantar cosas pesadas o molestas (paciencia) y de ser consciente de los problemas con trascendencia social (sensibilidad)? El común de los bonobos lo hace y el común de los políticos me temo que desconoce de facto esas cualidades que, en el ejercicio de la política, deberían ser de estricto cumplimiento. Al igual que debería ser obligatorio el someterse a una dura prueba de selectividad para políticos, antes de figurar previamente en las listas electorales, para evitar que se cuelen individuos cuyo afán último es su interés privado disfrazado de interés público.¡ Aprovechen señores diputados para incluir esta propuesta en el proyecto de ley de transparencia!— Benjamín Rodríguez.
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