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África No es un paísÁfrica No es un país
Coordinado por Lola Huete Machado

Refugiados en el deporte

Autora invitada: Maira Cabrini (Responsable comunicación Red Deporte y Cooperación)

Su hijo fue secuestrado hace unos años, cuando se empezaba a gestar el conflicto que estos días ha convertido a su país en el escenario de una guerra. Antes de convertirse en el presidente (ardo) de los refugiados centroafricanos que han huido del terror para cobijarse en la localidad camerunesa de Boulembe, él era el jefe de su pueblo en la República Centroafricana, y los secuestradores sabían que pagaría lo necesario para recuperar al niño. Así lo hizo: vendió su ganado y reunió un millón de francos CFA (cerca de 1.500 euros) para liberarle, una cifra exorbitante para el líder de un pueblo de nómadas en África Central.

Los secuestros, habituales en toda la República Centroafricana, son llevados a cabo por los rebeldes del Séléka, compuesto por facciones de grupos armados que hace menos de una semana se hicieron con el poder en el estado africano. Tras asaltar y conquistar Bangui, la capital, entre pillajes y ataques, el militar Michel Djotodia se autoproclamó jefe de estado del país, derrocando al que llevaba 10 años gobernando, François Bozizé.

Por estos ataques, y por los continuos golpes de estado que llevan años minando la estabilidad del país, el ardo y otros 93.000 compatriotas decidieron huir y pedir asilo en el país más cercano: Camerún, el destino al que llegaron espantados por un conflicto invisible, del que el mundo ni habla ni conoce nada, y que les mantiene varados al Este del país, en Boulembe.

Ahí lleva trabajando desde 2012 la ONG española Red Deporte y Cooperación, financiada por la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID), con la meta de que los jóvenes refugiados puedan usar el deporte como vehículo de integración social y bienestar. Además de construir unos terrenos de fútbol, voleibol y netball, un deporte parecido al baloncesto, los monitores de Red Deporte acuden casi diariamente a Boulembe para reunirse con jóvenes refugiados por un lado, y refugiadas por el otro, entre ellas la hija del ardo.

En ese grupo de jóvenes mujeres es donde se encuentra el desafío más grande, y la satisfacción más gratificante, ya que cada pasito es un peldaño enorme hacía la igualdad y la emancipación de la mujer.

“Balón” es una palabra prohibida en el vocabulario de las pequeñas refugiadas centroafricanas, que además de llevar sobre sus espaldas el peso de un país en guerra, tienen que soportar las exigencias desbordantes de su cultura y tradición.

Las niñas son las primeras en sacrificar su educación para ayudar en las tareas domésticas, y sobre todo para “prepararse” para el matrimonio, que empieza a ser una realidad a partir de los 12 o 13 años.

Jugar o practicar deporte no es algo que entre en su día a día, ya que tienen prohibido exhibirse abiertamente en público, o juntarse en actividades lúdicas con chicos. Son extremadamente reservadas, y al principio rechazan las actividades con la monitora, por miedo a que sus padres o profesores de la escuela coránica (a la que sí suelen acudir para aprender a interpretar el Corán) las vean jugando. “¿Cómo podría atreverme a hacer tal cosa?”, piensan.

Pero en el fondo son niñas y adolescentes. Les gusta jugar, y les gusta divertirse, aunque pocas veces hayan tenido la oportunidad de hacerlo.

“Cuando cogen confianza, cuando ven que no hay hombres alrededor y que son libres de expresarse, se abren y sus gestos y sus caras se transforman”, explica Marie Pauline, monitora de actividades de Red Deporte en Camerún. Desde fuera de la caseta de barro que utilizan para reunirse se oyen las risas de las niñas, de las ocho o nueve valientes del pueblo que se han atrevido a acudir a las actividades recreativas y deportivas pese a las presiones de su familia y de sus jefes comunitarios.

Pero esto es mucho más que eso, mucho más que jugar. Es comunicar, es atreverse a expresarse, es desahogo, es aprender. Porque además de organizar partidos y mini-campeonatos con los jóvenes refugiados y autóctonos, que conviven en el mismo pueblo en parte gracias al dialecto compartido, el fulfuldé, el trabajo también integra componentes de sensibilización, y permite abordar temas como la salud reproductiva, los derechos básicos de las personas o la higiene, entre otros.

En un país donde el fútbol se considera deporte nacional, casi una religión, pero en el que pocos tienen acceso siquiera a un balón, los terrenos deportivos tienen un impacto muy positivo: con un lugar donde entrenarse y jugar, los chicos y chicas se olvidan, aunque sea por un momento, de las diferencias entre locales y refugiados, así como del conflicto que ha hecho huir a estos últimos de su hogar. Durante ese tiempo de juegos compartidos, nadie habla de secuestros, ni de golpes de estado, ni de los pillajes que asolan Bangui. Solo se habla del balón... mientras se aprenden muchas otras cosas.

LINKS DE INTERÉS:

Blog de Red Deporte y Cooperación

Información de ACNUR sobre situación de refugiados en Camerún (inglés)

Video de ACNUR sobre refugiados centroafricanos en Camerún (inglés)

Comentarios

Si que es un conflicto invisible. Desde que El Pais publico hace creo que ya mas de una semana una entrevista con un sacerdote espanhol que vive alli, no he vuelto a ver ni una sola mencion sobre este conflicto. Gracias por este blog, esta muy bien.
Si que es un conflicto invisible. Desde que El Pais publico hace creo que ya mas de una semana una entrevista con un sacerdote espanhol que vive alli, no he vuelto a ver ni una sola mencion sobre este conflicto. Gracias por este blog, esta muy bien.

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