Africanos en Marruecos: la valla de los derechos humanos
Autores invitados: Lali Cambra (periodista, Médicos Sin Fronteras) y David Cantero (jefe de misión de MSF en Marruecos)
Son cerca de medio millar los migrantes subsaharianos que viven en campamentos improvisados en el Gurugú, en Nador, vecina marroquí de Melilla. Malviven bajo los árboles, protegidos por repechos de la montaña, lienzos de plástico les hacen de manta y saco de dormir, fogatas en el suelo para hervir agua y hacer un té. En las mismas condiciones, en campamentos improvisados, en casas abandonadas, medio millar más están a la espera, en la periferia de Nador o en Oujda (frontera con Argelia), de la ocasión para entrar a Europa, por tierra saltando la valla o por mar en un viaje peligroso en balsas de juguete.
Encajonados en el país alauí, sin poder avanzar y sin poder regresar a sus países, los migrantes africanos denuncian el acoso constante de las fuerzas de seguridad marroquíes, la violencia que emplean para impedirles saltar la valla -que hacen extensible a la Guardia Civil-, las deportaciones a la frontera con Argelia y la imposibilidad de trabajar en Marruecos, un país que se ha convertido en un ‘cul de sac’, el destino forzado de hombres y mujeres que miran a Europa porque tiene que haber algo mejor que lo que dejan atrás. Y que lo que viven ahora.
Lo denuncian ellos y lo denuncia asimismo el recién publicado informe de MSF, Atrapados a las puertas de Europa, en el que se recoge por un lado el aumento de la vulnerabilidad de los migrantes, -indocumentados, irregularizados y sin poder trabajar-, al prolongarse su estancia obligada en Marruecos y en el que por otro lado, se denuncia la violencia institucional y criminal (de redes de tráfico y trata) a la que están sujetos.
El aumento de la vulnerabilidad de los migrantes tiene un impacto en su salud, según constata el informe. Las condiciones de vida a las que están obligados pasan factura física: viven a la intemperie y muchos de ellos, sino la mayoría, se ven forzados a mendigar para poder comer. Más de la mitad de los diez mil atendidos por MSF entre 2010 y 2012 presentaban patologías relacionadas con las condiciones de vida: infecciones de las vías respiratorias, cutáneas, problemas osteomusculares, enfermedades gastrointestinales. La estancia prolongada en Marruecos también impacta en su salud mental: ansiedad y depresión, angustia y problemas psicosomáticos son algunas de las patologías detectadas por los equipos de MSF.
La violencia a la que son sometidos es también uno de los aspectos que destaca el informe. Violencia criminal, por parte de los responsables de las redes de tráfico y de trata que son conscientes de que sus víctimas tendrán miedo de acudir a la policía a denunciarles. Pero también violencia institucional por parte de las fuerzas de seguridad marroquíes y, según denuncian los migrantes, por la Guardia Civil. Cuando los repelen en sus intentos de saltar la valla, y también en redadas diarias que acaban en detenciones y deportaciones a tierra de nadie en la frontera con Argelia. Según han constatado los equipos de MSF, estas deportaciones han incluido a grupos de riesgo como mujeres embarazadas, menores y hombres heridos. Este incremento de la presión diaria de las fuerzas de seguridad es el responsable de que este pasado año y hasta ahora se hayan vuelto a ver intentos de saltar la valla por parte de grupos numerosos de migrantes, a los que se reprime violentamente.
Atrapados a las puertas de Europa también recoge el avance obtenido, fruto del esfuerzo y la presión de organizaciones no gubernamentales involucradas en la lucha por los derechos de los migrantes en colaboración con el ministerio de Sanidad, en el acceso de éstos a las estructuras de salud marroquíes. Esto ha supuesto una reducción progresiva de las actividades médicas directas de MSF, que decidió a finales de 2011 traspasar sus proyectos en Rabat, Oujda y Nador a grupos y asociaciones locales. La salida de MSF, no obstante, está también basada en la conclusión de que el principal problema de los migrantes en Marruecos es la falta de reconocimiento de sus derechos humanos y su protección, la colisión entre leyes migratorias y derechos fundamentales.
La aplicación de las políticas migratorias establecidas, la externalización de las mismas desde la Unión Europea y España a Marruecos, se hace casi exclusivamente bajo un prisma de seguridad interna en el que el respeto a los derechos universales del ser humano, que estos mismos países e instituciones han refrendado, o bien desaparece o es marginal.
MSF ha demandado el fin de la violencia contra los migrantes y ha hecho un llamamiento para que sean más las organizaciones y agencias internacionales que velan por el respeto de los derechos humanos los que se impliquen en Marruecos. Pero también es hora de que los responsables de estas políticas migratorias asuman las consecuencias de las mismas y sean garantes de las legislaciones universales que han suscrito.
Nota: En uno de los enlaces se ha incluído el reportaje Mujeres Invisibles publicado por El Pais Semanal sobre la desolación en la que viven muchas de las mujeres subsaharianas y sus hijos en los suburbios de las ciudades marroquíes sin ayudas ni asistencia y sin poder seguir camino ni regresar a su tierra natal.
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