Crónicas marcianas
La lista de los seis elementos que permiten la vida sonó como música celestial a los científicos que controlan el Curiosity
En las Crónicas marcianas de Ray Bradbury, un clásico indiscutido de la ficción científica, la primera misión humana al planeta rojo no puede acabar peor: los dos astronautas son asesinados a tiros nada más llegar por un marido celoso. Hay que aclarar, sin que ello sirva de justificación a semejante crimen, que la esposa era telépata y ya se lo había montado mentalmente con uno de los astronautas. En ese sentido, las crónicas marcianas del mundo real han arrancado mucho más civilizadamente. Para empezar las escribe un robot llamado Curiosity, que pese a su excelencia científica no daría celos ni al equivalente marciano de Otelo, el moro de Venecia.
Y la primera crónica dice así: “Azufre, nitrógeno, hidrógeno, oxígeno, fósforo y carbono”. Son los elementos que el rover de la NASA ha encontrado en la primera piedra marciana que ha analizado, una muestra de roca sedimentaria en el suelo del cráter Gale, cerca del ecuador marciano, donde este geólogo de seis ruedas equipado de serie con un laboratorio ambulante aterrizó con espectacular éxito el verano pasado.
La lista de esos seis elementos sonó como música celestial a los científicos que controlan el robot desde Pasadena, en California. Son los ingredientes esenciales de la química orgánica. No implican vida, pero son una precondición para ella. Sin esos átomos no se pueden generar las complejas y recursivas estructuras químicas en que se basa la vida. Los científicos de la NASA enviaron esta misión para estudiar la geología del planeta rojo, con especial énfasis en averiguar si Marte pudo tener —o no— un entorno habitable en el pasado remoto, en la juventud del Sistema Solar, hace unos 4.000 millones de años.
Se trata de una cuestión fundamental, porque eso es exactamente lo que tuvo la Tierra por entonces. ¿Fue esa una peculiaridad de nuestro planeta, o es algo habitual en nuestra vecindad cósmica? Los datos del Curiosity dan fuerza a la segunda opción, y plantean nuevas preguntas. Si las condiciones se dieron, ¿por qué no surgió allí la vida, como en la Tierra? O tal vez sí lo hizo, pero entonces, ¿por qué se perdió?
No es poco para empezar. Al menos, esta vez Marte no ha matado al mensajero.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.